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LA HERENCIA IMBORRABLE DE JOSE MIRO CARDONA

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LA HERENCIA IMBORRABLE DE JOSE MIRO CARDONA Empty LA HERENCIA IMBORRABLE DE JOSE MIRO CARDONA

Mensaje por El Compañero Miér Oct 29, 2008 10:08 am

La herencia imborrable de José Miró Cardona
JAVIER FIGUEROA
Especial para El Nuevo Herald

Consustancial a la condición de exiliado es la política. La decisión de alejarse de la patria y tomar residencia en un país extranjero está interferida por situaciones de naturaleza política; de la misma forma el exiliado asume que la estancia en el exterior es temporal y que para poder volver a su tierra no puede abandonar el campo de la política. En el caso cubano uno de los exiliados que encarnó perfectamente el significado de lo que es el exilio fue José Miró Cardona (1902-1974).

Sin dudas, Miró Cardona fue una de las figuras políticas más destacadas en la historia del exilio cubano, de manera particular en los años comprendidos entre 1961 y 1963. Por aquellas fechas Miró ocupó la presidencia del Consejo Revolucionario de Cuba (CRC), una organización que agrupó a los principales movimientos revolucionarios y personalidades cubanas que trabajaban desde el destierro para derrocar al régimen de Fidel Castro. De haber tenido éxito en sus planes el CRC estaba llamado a convertirse en el gobierno provisional de Cuba y Miró Cardona en presidente de la república.

Hijo de un veterano de la Guerra de Independencia, el general José Miró Argenter, Miró se distinguió en el campo del Derecho. Fue abogado criminalista, presidió en dos ocasiones el Colegio de Abogados de La Habana y ocupó la cátedra de Derecho Penal en la Escuela de Derecho de la Universidad de La Habana. Años más tarde, ya en el exilio, enseñó la misma asignatura en la Universidad de Puerto Rico y a él se le encomendó la tarea de redactar un código penal para el Estado Libre Asociado de Puerto Rico.

En Cuba, se destacó en la política como opositor del régimen de Fulgencio Batista (1952-1958). Fue estrecho colaborador de Cosme de la Torriente en la Sociedad Amigos de la República, una iniciativa que tuvo lugar a mediados de los años 50 con el propósito de resolver la crisis del país mediante un acuerdo electoral. Cuando esta gestión fracasó Miró se integró al Conjunto de Asociaciones Cívicas que apoyó la vía insurreccional promovida por Fidel Castro.

Miró tuvo que partir hacia el exilio en 1958 y residió en Miami hasta su regreso a Cuba, cuando el gobierno de Batista fue derrocado el 31 de diciembre de ese año. Había sido profesor de Fidel Castro en la Universidad de La Habana y fue designado primer ministro del gobierno revolucionario, cargo que ocupó por varias semanas. El 13 de febrero de 1959 renunció a tan alta posición política. Poco tiempo después se le nombró embajador en Madrid. Regresó a Cuba en enero de 1960. Ya para esta época se alejaba del giro radical que asumía el proceso revolucionario cubano y, aunque fue designado embajador en Washington, nunca llegó a ocupar el cargo, pues rompió con Castro meses después.

La ubicación de Miró como opositor del régimen castrista le obligó, una vez más, a salir hacia el exilio. Como muchos otros compatriotas que le precedían en el peregrinaje por el destierro, se dirigió a lo que ya era el principal centro de la oposición política en el exterior: Miami. En una carta que escribe al periodista cubano residente en Washington, Carlos Piad, y que está fechada el 11 de enero de 1961, se revela que todavía Miró no se ha integrado plenamente a la lucha activa por derrocar a Castro.

"¿Qué pasa?", le pregunta Miró a Piad refiriéndose a Cuba y a la política de Estados Unidos hacia su país, "¿Qué se cocina en el horno? ¿Qué quiere? ¿A dónde vamos? Son cuatro cuestiones que tu misteriosa sagacidad ha de contestarme en breve si te da la gana de aclarar el crucigrama. Es desesperante la espera de lo que no se sabe que habrá de llegar".

El retorno de Miró a la política activa se dará en marzo de 1961 cuando se le seleccione como presidente del Consejo Revolucionario de Cuba (CRC). El CRC era una criatura empujada desde Washington por el gobierno de John F. Kennedy quien quería darle un rostro liberal y progresista al movimiento opositor cubano que operaba desde el exterior y el cual recibía apoyo formal de Estados Unidos a través de la Agencia Central de Inteligencia. En aquel momento se entrenaba en Guatemala la fuerza expedicionaria de la Brigada 2506 que desembarcó en Cuba el 17 de abril de 1961.

El fracaso de la invasión de Bahía de Cochinos conmovió a Miró no sólo por las consecuencias políticas que se derivaron del desastre, sino también porque entre los prisioneros de la Brigada que quedaron a merced de Castro estaba su hijo José Miró Torra.

Además, el presidente del CRC se sentía abandonado por lo que él había interpretado como una promesa del gobierno de Estados Unidos de acudir con fuerzas militares propias a la iniciativa que encabezaba la Brigada 2506. No obstante, quiso sobreponerse a la desgracia y optó por mantenerse al frente del CRC a la vez que entró en un nuevo proceso de negociaciones con el gobierno de Kennedy con el objeto de lograr un cambio de régimen en Cuba.

Es indudable que para Miró la victoria sobre Castro requería, sobre todo, de un esfuerzo militar que contara con la participación de los cubanos de la oposición y también con el concurso del gobierno de Estados Unidos, además de fuerzas castrenses de América Latina. Miró estaba convencido de que al régimen cubano no se le derrocaría mediante embargos económicos ni con insurrecciones internas.

Para él el apoyo que Castro recibía de la Unión Soviética y de los países del bloque socialista eran elementos determinantes que no dejaban otra alternativa que la confrontación militar directa y convencional. Además, desde su punto de vista, el contexto internacional e interno de Cuba en los meses inmediatos a la derrota de la Brigada 2506 en Bahía de Cochinos, eran propicios para llevar a cabo el tipo de acción que él proponía. De lo contrario, y así lo afirmó en un memorando fechado el 27 de junio de 1962, "el momento de la liberación de Cuba se retrasaría o se alejaría, quizás de modo definitivo, con evidente peligro para el hemisferio y para los Estados Unidos".

El gobierno de Estados Unidos compartía con Miró el mismo objetivo político, es decir, la erradicación del castrismo de Cuba, pero difería en la forma de alcanzar esa meta.

En noviembre de 1961, Kennedy suscribió un memorando en el que establecía de manera clara y precisa el objetivo que perseguiría su gobierno en relación con Cuba: contribuir a "derrocar el régimen comunista" que se había instaurado en la vecina isla. La decisión de Kennedy era la conclusión de un largo proceso de reflexión y discusiones que el propio presidente norteamericano alentó tras el fracaso de la invasión a Cuba del 17 de abril de ese mismo año. Lo significativo de la directriz presidencial era que la estrategia descansaría en el fomento de una rebelión interna en Cuba y aunque no se descartaba la necesidad de una intervención militar directa, ésta no sería su instrumento principal.

De igual forma se asumió que no era recomendable la creación de una nueva unidad militar de exiliados, con carácter autónomo como la Brigada 2506, aunque sí se consideró favorable promover el reclutamiento de los opositores de Castro dentro del ejército estadounidense.

Otro aspecto importante de las directrices que se aprobaban en Washington en aquel momento era que el gobierno de Estados Unidos contaría con los exiliados cubanos, particularmente con algunas de las organizaciones de oposición que operaban desde el exilio, para tareas relacionadas con sabotaje, propaganda e inteligencia que fueran útiles para el fin que se proponía. De esta manera nacía la Operación Mangosta (Operation Mongoose) que estaría vigente hasta el mes de octubre de 1962, y que se colocaba bajo la supervisión directa del hermano de Kennedy, el fiscal general Robert F. Kennedy.

Uno de los aspectos más trágicos de aquel proceso fue la falta de entendimiento entre quienes se suponía que fueran aliados. Aunque Miró nunca consiguió que el gobierno norteamericano aceptara algunas de sus propuestas principales, como era el reconocimiento del CRC como un gobierno en el exilio o como la única organización que representaría al conjunto de los exiliados, siempre asumió que su punto principal, es decir, el de la invasión, se habría de llevar a cabo. El reclutamiento de cubanos en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos era para él un indicio claro de que su sugerencia sobre ese particular era parte medular de la política norteamericana hacia Cuba.

Por otro lado es verdad que al menos en una ocasión Miró fue advertido por importantes funcionarios del Departamento de Estado sobre la gravedad que suponía una intervención militar como la que él requería de Estados Unidos. Así lo sugiere un "memorando de conversación" fechado en Washington el 27 de febrero de 1962. Miró, quien se encontraba en la capital de Estados Unidos junto a Manuel Antonio "Tony" Varona, se reunió con Arturo Morales Carrión y Robert Hurwitch quienes le explicaron que "una acción de la naturaleza requerida pudiera provocar una represalia soviética tanto en Cuba como en cualquier otra parte del mundo".

Pero es indudable que Miró requería de una aclaración radical que le convenciera sobre la decisión norteamericana de no descansar en una intervención de sus fuerzas armadas en Cuba como la táctica principal para derrocar a Castro. Y esa aclaración nunca se le ofreció aún cuando el político cubano se reuniese en varias ocasiones con el propio presidente Kennedy.

Esta falta de entendimiento llevó a Miró a una conclusión que, para él, como para muchos de los cubanos que integraban e integrarían la comunidad exiliada, y sobre todo lo que se ha llamado el Exilio Histórico, sería fundamental para marcar su forma de interpretar los acontecimientos de aquella época: Estados Unidos abandonaba una vez más a los cubanos libres que luchaban en contra del comunismo.

Si los acontecimiento de Playa Girón eran un indicio de esa política, lo que sucedía a partir de la Crisis de Octubre era una confirmación de que la "traición" se completaba. No importaba que el gobierno de Estados Unidos seguía auspiciando la desestabilización del régimen castrista con el apoyo que le brindaba a grupos del exilio como el Movimiento de Recuperación Revolucionaria (MRR) y la Junta Revolucionaria Cubana (JURE). Lo importante, al menos para Miró, era que no se daría apoyo a una invasión.

Miró renunció como presidente del CRC el 9 de abril de 1963 y aunque ya no tendría la centralidad que llegó a ocupar en la política cubana de aquellos primeros años del exilio, su paso por ella dejó una huella indeleble.

El autor es profesor de Historia de Cuba en la Universidad de Puerto Rico.
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