Truenos y relámpagos.

por Patrio Jue Mar 05, 2009 4:55 pm

Bajo el toldo de popa sentado junto al abuelo, el pequeño contempla el gigantesco perfil de un buque de cruceros de la línea Ramírez y Hnos. S.A. Tras superar la mole de acero desbordada de turistas ansiosos por recorrer la ciudad, al fin puede llenar sus pupilas con el resto de la bahía coronada en las alturas por la escultura monumental de imperturbable rostro.
-¿Abuelo, quién es?
- El Cristo de Casablanca.
- ¿Jesucristo nació aquí?
El rostro del anciano dibuja una sonrisa a medias mientras los ojos se pierden en el horizonte del tiempo.
- No, mi niño..., aunque en realidad, quien sabe. Se sufrió durante tantos años como para merecerlo...- replica a media voz a la par que la sirena de la embarcación emite un único pitido indicando que cae a estribor.
- ¿Qué...?
- Nada, hijo, se le llama así por la colina donde colocaron la estatua. ¿Es bonito, verdad?
- Sí, abuelo, es muy grande.
Apenas unos minutos más tarde la lancha atraca. Superan la explanada y frente a ellos se alza la ermita de Regla, tan singular en apariencia como en historia entre las numerosas iglesias de La Habana. La del ultramarino poblado de Regla es la iglesia más mulata de Cuba, una parroquia frontera entre el catolicismo devorador de la espada y el grillete y los dioses de las planicies africanas. La virgen principal ante la que se postran blancos, negros, chinos, mestizos, el múltiplo infinito de esa mezcla de razas que configuraron la nación cubana, no es otra que la mismísima Virgen de Regla, patrona de los marineros, Yemayá, la deidad del mar para los orishas que tiene en este sitio, un lugar de culto y peregrinación para muchos cubanos. Es una iglesia modesta en comparación con las del resto de la ciudad, pero tal vez en la humildad radica su encanto inigualable aunque no menos rica en detalles, como el de un San Antón con un cerdo a sus pies, pero negro, marcando a los ojos curiosos que se está en un templo de medianía espiritual, donde se funde la manigua cubana con la legenderia Tumbuctú y el tormentoso viento de las márgenes del Cantábrico gallego.
El anciano encamina sus pasos hacia la ermita como cada año por estas fechas, interrumpido constantemente por la curiosidad del pequeño.
- ¿Y eso qué es?- señala con la manita una casona blanca de techo de tejas rojas unos metros antes de la iglesia.
- Una sala de pintura.
- ¿Vamos a verla?
- Hoy no es un buen día, debemos ir a la iglesia...- asegura el anciano, evitando mirar hacia el blanco recinto como si quisiera eludir la visión del sitio.
- Quiero verla, abuelo...
Se detiene unos instantes anclado a los adoquines por la duda y los recuerdos. Quizás no deba entrar pero algún día tendrá que hacerlo aunque le vuelva a atenazar la garganta pensar en tantos años lejos, en tanto tiempo condenado a la lejanía y al insulto como aguaceros en mayo.
- Vamos.
- ¡Que bueno!

Una joven que le recuerda una bailarina de Lautrec les recibe con extrema cortesía. Don Antonio la observa con ese gesto de caballo viejo que cantara Barbarito Diez.
- ¡Buenos días!. Bienvenidos al Museo del Holocausto Cubano.
- Buenos días, señorita - replica el anciano-. Solo queremos pasar a la Sala de Pintura.
- Muy bien, es la última sala a la derecha. Hoy ofrecemos una selección de obras de la llamada Corriente Arrepentida, que tuvo sus primeros brotes en la isla en la década de los ochenta del siglo XX. La muestra de hoy se titula "Truenos y Relámpagos". ¿Desean que les guíe?
- Con mucho gusto- afirma Don Antonio como si se tomara un ansiolítico con todo placer y caminan tras la joven. El pequeñín mira con asombro dentro de las salas donde contempla restos de balsas, fragmentos de rejas y fotos de antiguos presos, que apenas puede observar por la tracción constante de la mano del abuelo. Por fin, una sala enorme se abre ante ellos con varios cuadros, la mayor parte de ellos abstractos. Don Antonio observa durante un último segundo las caderas de la joven que a pesar del andar contenido y elegante, no pueden evitar recordarle su visita hace muchos años al Moulin Rouge. La joven se da vuelta.
- Bien, esta exposición "Truenos y Relámpagos" ha sido auspiciada por la Sociedad Cubana de Psiquiatría, para exponer las tendencias pictóricas de los llamados "tronados" durante el anterior régimen que gobernó la isla durante cincuenta y dos años hasta que fue derrocada por un levantamiento popular.
El anciano observa el rostro de la joven tallado sin duda alguna por una mano diabólica capaz de destruir al célibe más convencido, pero su vista se pierde en el tiempo, en los largos años de exilio, de añoranzas por una patria libre y comienzan a desfilar ante sus ojos las imágenes de los antiguos dirigentes de la élite castrista, engullidos por la propia maquinaria que contribuyeron a fortalecer durante décadas. La joven les señala el primer cuadro por la derecha.
- Este ejemplar titulado "Orquídeas Blancas" es obra del coronel fusilado Antonio de la Guardia y algunos expertos señalan que los trazos periféricos fueron esbozados por el también fusilado en 1989, Amado Padrón durante una cena familiar. Las orquídeas expresan una pureza truncada por tanto años de asesinatos cometidos por estos sicarios del castrato, más tarde víctimas de los hermanos Castro.
- Interesante- concluye Don Antonio mientras sigue a la guía.
Un amplio cuadro de tres por dos metros, repleto de trazos azul aqua rodeando una llama intensamente naranja es el próximo.
- Este lienzo obra del ex canciller Roberto Robaina, expone según el autor como el alejarse del azul que representa al pueblo le hizo acercarse tanto a la figura del dictador Castro que fue consumido por la propia llama que tanto le atraía. Se titula "Pasión Mortal".
Durante breves minutos contemplan en una larga sucesión cuadros de Abrantes, Lage, Pérez Roque, Terry, Luis Orlando Domínguez y muchos más de la larga lista de purgados por el castrismo. Don Antonio se detiene unos minutos ante la obra "Fidelidad postrada" que muestra un enorme perro con una pelota de béisbol entre los dientes, pintado por Pérez Roque tras su famosa defenestración, quizás rememorando aquella célebre noche en el Latinoamericano donde mostró sus dotes perrunas frente al pueblo de Cuba, ante Fidel Castro Y Jimmy Carter. No puede reprimir una sonrisa.
El anciano culmina la visita ensimismado en los pensamientos. Recuerda tanto daño inflingido por estos "tronados" con ínfulas de víctimas, incluso aclamados por algunos como héroes de una resistencia que jamás ejercitaron. Recuerda durante el exilio aquellos programas que en pos de una audiencia daban protagonismo a toda una lista de similares tronados de menor cuantía, pero que al final también fueron ejecutores en mayor o menor medida. Siempre compartió la idea de que no era factible detenerse a cuestionar la calidad de la leña que avivara la llama de la libertad, pero nunca pudo superar que en las alocuciones televisivas de estos ex escoltas, ex ministros, ex coroneles ninguno tuviera el valor de comenzar sus historias señalando: "Pido perdón al pueblo de Cuba por mi servicio a la tiranía". Pero bueno, ya eso es historia.
La joven le interrumpe su viaje a los recuerdos.
- ¿Qué tal le ha parecido?. A propósito tenemos una sala aledaña con un único mural obra de Luis Posada Carriles.
- Muchas gracias, señorita, ya he tenido bastante. Además tengo pendiente visitar la iglesia con mi nieto.
- Pues gracias por visitarnos.¿De veras es su nieto?, pensé que era su hijo....- afirma la joven con la clásica picaresca nativa.
Don Antonio sonríe mientras se despide. Lo único valioso de la muestra ha sido la réplica de Danáe que les sirvió de guía, entredientes concluye: "Tal parece que a los tronados les da por la pintura y..., no conozco un hijo de p...., que haya pintado algo que valga la pena..."
- ¿Qué, abuelo?
-Nada, "...cuando el amor llega así de esa manera..."

Patrio