HOSPITAL CARDIOVASCULAR DE LA HABANA

por **El Compañero** Jue Nov 13, 2008 1:09 pm

Amigos, esta es la historia de Kerala, un testimonio de los que nos toca vivir a los cubanos.

Kerala
"Soy una cubana que lleva más de quince años residiendo en México. De las que se graduaron en los noventa, de las que salieron muchas veces y fueron escudriñadas, vistas como bichos raros porque regresaban una y otra vez. Fui declarada disidente y dije que regresaba a Cuba aunque fuera en balsa, cuando todo se aclaró ya le había agarrado el gusto a la tortilla y veía mejor sin lentes. Hace poco fui conmocionada, cuando mi padre enfermó y viví durante un mes la realidad de los hospitales en Cuba, ese país al cual me aferro. Quiero compartir una verdad sorda, ciega e innombrable."

por **El Compañero** Jue Nov 13, 2008 1:10 pm

Enterada

Hoy me enteré que hace un año me dieron baja de la UNEAC, mi madre pagó las cuotas y recibía un boletín, siguió pagando, pero yo era baja, no sabía hasta hoy. Escribo sobre mis piernas en asientos apretados, en el lobby del CArdiovascular. Las personas a mi lado atisban cada idea, el CDR sigue actuando.

Papi está en TErapia Intensiva, su corazón luchando por seguir latiendo al compás de los martillos aquí cerca. El hospital está en reparaciones, compañeros, hay que entender. Veo todo mutilado y resulta difícil imaginar cuánta inversión se necesita para levantar estos cascajos.

Ayer no hubo agua, se rompió la bomba. No pudieron pasarle el trapo a papi. Un trapo colectivo le ha recorrido el cuerpo en esos días. Hoy los enfermeros cargaban los cuatro cubos para doce pacientes. "¿Qué voy a hacer?", dice mami.

Un enfermero jovencito me sonríe, siempre sonríe y calla. Me recuerda a mí cuando tenía su edad y me levantaba a trabajar desde las cuatro de la madrugada. Caminaba las calles de la Víbora, soportando aquellos silbidos de exhibicionistas y la idea de peligros que podían estar detrás de cada parada.

He tomado fotos y mi madre me advierte "del ojo que te ve" No creo, todos andan en la superficie. El color del celular llama la atención, la foto no. ¿Qué tiene de importante un hospital en Cuba? Si forma parte de nuestro orgullo nacional...

Una enfermera, conocida, se sienta a mi lado. Me agradece su cadena de fantasía y yo escucho en silencio: "Yo te agradezco, pero es mi trabajo. Gané un diploma por 22 años ininterrumpidos, pero mi salario en dólares no se empareja con mi antiguedad"...

por **El Compañero** Jue Nov 13, 2008 1:13 pm

Pesar el gallo

En el Aeropuerto de la Ciudad de México, pesan el equipaje: 23 kilos, nos salvamos del sobrepeso. Los dulces, el garbanzo, las galletas para mi madre se tuvieron que quedar. Al lado mío, el asiento de avión vacío me pone optimista: Volaré con Dios.
Llegando a Cuba, el cielo lloroso vaticina contrariedades. Una mulata con boletas de Migración me aborda con una sonrisa, sospechosa, amable. Cuando le enseño mi pasaporte azul hace una mueca y dice: Ah, eres cubana, pasa pallá...
Frente a la primera revisión de Aduana, un jovencito pregunta:

- ¿Qué aparato electrónico traes?
- Un DVD portátil- y me deja pasar. Sonrío, papi tendrá películas en el hospital, aunque me imagino a mi madre haciendo guardia, andando con el aparatico bajo el brazo: "No nos lo vayan a robar".
Me detengo frente a la banda, mi maleta es tan pequeña comparada con lo demás. Siento la urgencia de llegar al hospital. Me apuro:
- ¡Señorita! Enséñeme su pasaporte...
Todavía sonrío, estigma de los ingenuos:
- Soy cubana, chica...
- ¿Qué traes?
- Galletas para diabéticos. Azúcar, sal. Jeringuillas. Termos para comida. Tengo a mi papá en Terapia Intensiva del Cardiovascular, traigo un certificado del hospital, mira...
- Te tenemos que pesar...
Y me adelanto a la báscula, sonriente. Suben mi pequeño maletín con carro y todo, el de equipaje, ese pesado, protesto:
- Mija, ¡¿pero con carro y to?!
La mulata se me hizo más negra, no sé si es ese efecto discriminador que siempre hemos ocultado:
- Compañera, el peso del carro lo descontamos. Pase a pagar su equipaje está en 55 kilos.
Si mal no recuerdo, en ese instante se acabaron las sonrisas.

despedirme, nuestra hija más pequeña dice: Yo también quiero ir con Dios.

Necesito despachar con El, porque mi padre sufre dos infartos en este hospital, El Cardiovascular (en reparaciones)

por **El Compañero** Jue Nov 13, 2008 1:15 pm

Michael Moore

En el documental Sicko, Michael Moore cantó loas a la medicina en Cuba. Atendieron en el Amejeiras a varias personas que "batearon" las Aseguradoras, todo fue gratis y lloraban de los centavos que costaba un aparato para el asma, por ejemplo. Bueno, mi esposo no es cubano, pero no participó en ese documental, a él le tocó pagar un trasplante de córnea y sufrir los problemas de comunicación y de atención que caracteriza el Sistema de Salud en Cuba. Recuerdo su semblante cuando entramos varios a un baño colectivo y tuvieron que desnudarse cuatro hombres, él era el único extranjero. Luego lo pararon con su bata abierta, en fila india, frente a los acompañantes. Cuando entró al salón yo estaba llorando en el pasillo, una mujer me preguntó que quién tenía adentro, le conté, en voz baja, pero siempre el CDR, una gorda imponente casi salta de su silla: ¡El que sea extranjero no le da ningún privilegio! No contesté, no podía...
Después hubo más, análisis de sangre que no se hicieron porque el médico le comentó que él se los ahorraría. Yo esperando en el "lobby para acompañantes de extranjeros" y el tiempo largo, larguísimo en el que varias veces llamaron al salón y "ya casi". Cuando me decidí a subir, averiguar por mí misma, un enfermero en el elevador gritaba, mirándome con cara de "jinetera": Mijita ¿dónde te habías metido?Te hemos llamado por todos lados. Luego la queja, las excusas, los inventos y el colirio que "págamelo a mí, porque la caja está cerrada ahora".
Quizás debí llevar a mi esposo en lancha, cámara en mano y hablando en inglés.

por **El Compañero** Jue Nov 13, 2008 1:15 pm

Madrugada en el Cardiovascular
sábado 8 de noviembre de 2008

Tercera noche en el hospital. De tanto polvo y cemento, mi padre hizo alergia. Dice que le duele el pecho ya no sabe si del corazón o de toser. Son las doce y media y con un solo cubo de agua una mujer en chancletas, limpia más de veinte metros, barniza con el polvo de su trapo echo jirones.

Frente a mí dormitan varios, hundidos en estos butacones. Vómito, comida, sudor y polvo son los olores que trepan a mi nariz. La hilera de zapatos me sorprende. Hay marcas, puras marcas conocidas y caras, aunque Puma, por ejemplo, tiene un bordado raro, sospechoso. En los años primeros de la ayuda socialista y los viajes de la "comunidad" un pañuelo de seda en la cabeza era un lujo verdadero. Chancletas plásticas, de plataforma un furor, la ostentación de la riqueza misma.

No me habló mi Amor hoy y el sonido de su guitarra en los oídos, me intranquiliza más. Salgo a la calle y suerte de este cielo cubano con tanta estrella. Desde afuera observo al custodio, de unos 20 años, escudado detrás de un mostrador se restriega con una enfermera del cuerpo de guardia. Al rato se les unen otros cuatro custodios más, son muy jóvenes, dice mi madre que estudian para custodio. ¿Ah? Ríen, viendo algo en un celular. Tengo unos deseos enormes de orinar, pero la puerta del baño no cierra y el agua sucia ya salió al pasillo encharcado de la chancletera. Dios mío ni orinar en paz.

Camino hacia la puerta de Terapia, sé que a esta hora nadie sale, pero de cierta forma me acerco a mi papá. El cubano no abandona a un familiar en Terapia Intensiva, aunque tenga veinte blancos alrededor, uno se queda se guardia, una manera obsesiva que tenemos de velar.

Vuelvo a la noche, la foto de marco de este blog, fue tomada esa noche. Sentada en la acera, frente a la puerta del hospital como un poco de arroz amarillo que trajo mi madre, desde el mediodía, son las cuatro y diez de la madrugada, nada se mueve aquí. Camino hasta la ventana donde sé está mi papá, permanece apagada, buena señal y pienso en la sed, acompañante de hace horas. Mi botella se la dejé a él, en los minutos de visita, no hubo agua tampoco hoy y dice que le apena andar pidiendo, porque a veces los enfermeros hasta de mala gana se acercan, se molestan. Pregunto al cuerpo enredado, detrás del mostrador: ¿Dónde hay un bebedero o algo así? De reojo, me miran y ella contesta: Agua, mijita ¿dónde tú te crees que estás?

por **El Compañero** Jue Nov 13, 2008 1:17 pm

Andando
Lunes 10 de noviembre de 2008

Siguen sin agua, en el baño, ni se puede entrar. Recuerdo las letrinas de las escuelas al campo, el concentrado olor que asfixiaba y ardía en la garganta. Los enfermeros, vuelven a los cubos, esta mañana. El parte que esperamos ansiosos, desde las ocho y treinta lo dieron a las diez. Mi padre sigue estable. Pregunto por qué la demora en el parte, explico nuestro nervio, la aprensión de todos los familiares:

-No había agua, compañera, recuerde...

Pienso en el trapo sucio y el cubo para varios pacientes. ¿Recuerde? Tantas cosas malas para evocar. En la beca compartíamos un cubo entre cuatro personas, cuando el agua había que agarrarla de la misma cisterna donde los cocineros arriaban el agua para cocinar. Si te tocaba el cubo al final, ya no te bañabas, el jabón de tres "amigas" antecesoras quedaba pintando el agua. Fingías el aseo, echando las laticas de agua jabonosa al piso. Aparte las tupiciones, muchas veces metíamos ladrillos a la ducha para ganarle al agua un escalón o dos.

Aprovecho la buena noticia para ir al hospital de Diabéticos a orinar. El baño está impecable, franqueado por una larga cola. Me formo y marco con la Nutrióloga, una negrita me deja pasar, tiene cara de fatiga y mientras espero frente a la puerta, le pregunto:

-¿Qué te pasa?

-Ya no puedo más. Salí a llevar al niño, después fui a Vivienda y este sol, tú sabes...

Le regalo un pan con queso. Hace un rato me lo regaló la enfermera (la de la cadena de fantasía). Le miento:

- Yo vivo aquí cerquita, tómalo, chica.

-Que Dios te bendiga- dice y ya no me mira más.

En estos días solo he visto a una mujer vestida de Santo y frente al hospital una brujería al pie de un árbol, nada de huevos rotos en las tres esquinas, ni la abundancia de pulseras de Elleguá. Dios en la boca de varios.

Resuelvo con la nutrióloga y en el camino de regreso me encuentro a un primo. Vamos por un refresco, en una tiendita sin nombre, pero del Estado, cerca del hospital. Conseguimos jugos 20 cuc más caros que en ningún otro lugar. Pregunto y la vendedora sonriente contesta:

-NO sé, mija, ya han protestado varios, pero eso nada más pasa en este lugar.

Este lugar, lugar sin nombre, sin tablilla de precios, sin excusar. Ay, Cuba

por **El Compañero** Jue Nov 13, 2008 1:18 pm

Pesadilla

Desde que llegué, mis familiares me presentan como un bicho raro y los médicos sonríen: "Ah, tú eres la que vive en México". Mi madre me presenta hasta el Jefe de Custodios, un viejito con muchas ganas de trabajar, sin embargo, me siento como prostituta japonesa en mostrador.

Con esa frase de: Ah, tú eres... se han abierto algunas puertas, la de Terapia también y de vez en vez estoy con papi, una vuelta de cinco minutos, a diferencia de los muchos que esperan en los butacones demolidos. Dólares en el bolsillo blanco, verde. Hasta el cuidador del baño, me sonríe cuando deposito alguna monedita con cara del "lado deallá". Este hombre es singular: -El hospital no me paga, mi servicio lo paga usted.

Limpia hasta el mediodía y entrega exiguos pedazos de papel periódico, simuladores eternos del papel higiénico (en Cuba). Pone una mesa pequeña y una silla de escuela primaria, donde se sienta a conversar. Al lado, en una lata depositamos las monedas, a media tarde él se va y empieza la porqueriza.

El daño sicológico en los cubanos es grande, perdón el paréntesis, pero recuerdo cuando mi padre visitó México, se negaba a usar el papel de baño tradicional, así periódicos nacionales desfilaron ante su cubana dignidad. El baño de la foto es de la Embajada de Cuba en México, seguramente piensan en adiestrar a los turistas en semejante tortura anal.

Para mi madre, siempre insatisfecha, no bastan mis saludos y desfiles en todas direcciones: "Mija, qué fea ropa trajiste, ¿qué van a pensar? La enferma de la cama uno, no sé qué pitos toca porque su acompañante siempre ahí está, tienen a todos "tocados", mija aquí todo se resuelve con dinero o influencias". No entiendo bien la demanda de mi madre, los billetes en los bolsillos, los regalitos de "allá", las latas de refresco, jugos, las visitas al robo de la tienda Ditú, ¿no bastan? Entonces, quizás haya que bajar del aparador de vidrio y bailar encuera sobre una mesa del hospital.

por **El Compañero** Jue Nov 13, 2008 1:19 pm

Otro Mas

Un médico, amigo sin soborno, me regala unos minutos. Recuerdo en el 1990 la primera Terapia Intensiva que conocí, en el Miguel Enríquez, podía ver a mi padre a través de un vidrio, desde lejos. Aquí la higiene deja mucho que desear y no soy la única visitante, hay intenso movimiento en este lugar, mujeres con shores, gritan y ríen, con enfermeros y enfermeras. Dice mi padre que les vela el sueño de noche, se queda uno acostado sobre la mesa de enfermería o algo así como un mostrador, los otros duermen en otro cuarto cerca. El tiene puesto oxígeno y lleva cinco días sin defecar. Su palidez es inquietante.

Lo abrazo, sin exagerar. Mi padre, está serio, muy serio y una enfermera valiéndose de su microautoridad me expulsa de su lado. Cuando cruzo la puerta batiente de salida, me cruzo con la acompañante de la cama uno, reparte a los enfermeros pan con algo y latas de refresco.

Entro a la oficina del CArdiólogo de guardia. Está jugando "solitario", en la computadora. Hablamos de mi padre y de la guardia diaria a su lado comenta: "El cubano no se conforma con la chuleta, el cubano necesita al familiar". Y pienso en el sábado, tengo que volar.

por **El Compañero** Jue Nov 13, 2008 1:19 pm

Entre Dios y los demonios
jueves 13 de noviembre de 2008

La tarde me pone a deambular por los pasillos, no queda cielo raso, sueño con los agujeros negros y las paredes están como arañadas. Reconstruyen allá arriba, comentan, pero no imagino cómo reponer tanto mal interno. Hasta los bombillos se llevan, me dice un albañil.

Mi prima más querida, cuenta que mi tío lleva media hora conversando con un joven médico nicaraguense, le habla de cuando estuvo en Angola y mi tío nunca ha salido del Diezmero.
Cuando llega el horario de visita, le pedimos pase él primero. Le divierte a mi padre, con sus cosas. Apenas diez minutos para los amigos y familiares, rotando una bata, que fue blanca alguna vez. Hoy mami ha traído el cambio de sábanas y está encabronada porque hace dos días a papi no le cambian la pijama, también de la casa, por supuesto.

En unos minutos, mi tío sale llorando, papi se puso mal. Todos los médicos corrieron sobre él, me dice. El joven médico, nicaraguense, murmura: Leonardo, está de guardia, él es el mejor. No te preocupes él representa a Cuba en el exterior, es una eminencia.

Siento la compasión pegajosa de propios y extraños. Me vienen las imágenes de mi cesárea en México, yo preocupada por salir rápido de la sala de recuperación, cada hora adicional costaba y mucho. Y el bloqueo en mi espalda, aferrado, no sentía mis piernas y las dos mujeres, frente a la camilla diciendo: Vamos, mamá, coopere, pásese a esta camilla, por favor.

Y yo teniéndome que arrastrar, con la sonrisa que mi hijita dibujó en mi pelvis, deseando se dignaran a cargarme y se tragaran su hipócrita "por favor".

A papi se le administró morfina. Hay cambios en el electro. Puedo pasar a verlo y me clavo al piso, no puedo hablar. Cuando lo veo, está adormilado, con un extraño color, me acuerdo de Francisca y la Muerte.

Me quedo toda la noche de guardia, entre la acera donde se ve su ventana y el bastión de los custodios, más divertidos en la noche. La guardia para ellos es una fiesta, en un celular ponen música y se atacan de la risa. Camino hacia Terapia y en el regreso, el celular pasa delante de mis ojos. En la pequeña pantalla, una escena pornográfica les arranca risotadas. Me miran y sonríen, milagro me vieron, soy un agujero negro más.

Hay un ventilador, me hundo allí, pero el asiento plástico me muerde las caderas. Mejor allá, en los butacones lastimados. La muerte y el guardian en turno tuvieron batalla aquí. Debieron usar machetes, guatacas, uñas y guadañas. El guardían dejó caer sudor y café caliente, del cubano para levantar la Muerte de su muerte eterna, pero la Muerte en estos asientos apestosos vomitó. Es que el café hoy viene con tierra colorada y chicharo. El olor es indescriptible.

Le pido a Dios, por mi padre, cierro los ojos. Recuerdo a mi abuela con sus entierros en el patio, las limpias que me preparaba para papi en el hospital, la sangre de los carneros corriendo en el comedor y en el patio. Las palomas blancas agitadas, presintiendo el final. Sé de los amarres y de las brujerías, pero ahora prefiero pensar en Dios, desde esa perspectiva que lo marca como Amor y sólo el Amor sostiene a tanta gente, aquí clavada por un familiar.

Sí, Dios mío, bendice a mi padre en esta noche. Y también a los médicos que hoy hacen la guardia con un pan.
Tomo el diario, abro la Biblia y pienso en este país: No intentes mal contra tu prójimo. Que habita confiado junto a ti. Prov.4:29

por **El Compañero** Jue Nov 13, 2008 1:22 pm

Fuente: No deje de visitar El Blog de Lakainde
http://lakainde.blogspot.com/

HOSPITAL CARDIOVASCULAR DE LA HABANA Hospital1if1

HOSPITAL CARDIOVASCULAR DE LA HABANA W1600

por **El Compañero** Jue Nov 13, 2008 1:25 pm

por **El Compañero** Jue Nov 13, 2008 1:28 pm

por **El Compañero** Jue Nov 13, 2008 1:41 pm

¿Que opinas de lo narrado por Kerala?

por Jose Gonzalez Jue Nov 13, 2008 2:29 pm

Creo que la isla como pais,como poblacion,como cultura como pueblo ha llegado tan bajo,que no encuentro alguna palabra o sinonimo para calificar la situacion.

Lo que si creo es que en los '90 la isla toco fondo en todos los renglones,y que actualmente ,existe un "enriquecimiento" de la "vida" llevada a cabo en ese "fondo".

El pais se regodea en su *******...

Creo que esta ultima frase es lo mas acertado que se me ocurrio.

saludos

por Martin Fierro Sáb Nov 15, 2008 12:44 pm

Creo que lo narrado por esa persona es totalmente cierto, asi como el menosprecio en la frase "tu eres la que vive en Mexico", eso lo dice todo, si viviera aqui, el respeto seria diferente, ya que los de aqui acostumbran a "tocar" a la gente de salud y a sus familiares se los tratan como principes, pero ella parece que tiene el bolsillo cerrado o no tiene nada en el, y a su pobre padre no se lo tratanos muy bien que digamos.

por **El Compañero** Lun Nov 17, 2008 2:21 am

Mi hija piensa...
sábado 15 de noviembre de 2008

Tengo que transcribir el diario del Amejeiras, pero, hoy siento la necesidad de otro paréntesis.

En El Dios de las Pequeñas Cosas, leí una frase, en apariencia, cacofónica: " Son sus niños, le susurró un susurro malvado". Así es, en este país, los niños de las alcantarillas, los niños trabajando, la prostitución infantil ahogan un grito. Siempre me impactan, también, los cuerpecitos colgando de la espalda de la madre, siempre dormidos, siempre sin juegos, en apariencia sin hambre. He visto los ojos de un niño, rechazando a otro por su color. El cuerpo lastimado, jugando, perdido ante la lascivia de un padrastro. Por mi trabajo, viví muy de cerca el "susurro malvado".

Ayer mi niña enfermó. Llamaron de la escuela. Recordé, cuando en el invierno pasado, nos fuimos a Cuba. Mi niña tenía faringitis y antes de aterrizar, fumigan con un spray y hablan del peligro de vuelos internacionales, lo inocuo del producto, en fin. La niña empeoró, tosía hasta la asfixia y al bajar parecía una muñeca de cera. Al llegar a la casa, una doctora amiga me indicó medicamentos. Pero en la noche el cuadro empeoró y mi hijita no podía respirar. Una vecina corrió por el marido y el carro. Mi amiga doctora, nos llevó a las nueve y treinta de la noche, con una pediatra reconocida. Encerrada tras la reja de su caja, dormida por un diazepán y con la presión alta nos atendió. Solidaria me prestó un humidificador que a ella le habían prestado. Recetó medicamentos y me explicó.

Desde esa noche, fui a su consulta, gratis, casi diario, nos anotábamos en una larga lista y esperábamos, un poco lejos del curiosear. Las niñas obedientes guardaban silencio, mientras podían. Las vestía con ropita de las hijas de mis vecinas y exhibía adrede, Tarjetas de Menor prestadas. "Es que si denuncian que atendí a extranjeros, me quitan hasta el título, no podría ejercer más", me susurró en varias ocasiones.

Y yo ¡soy cubana! pero mis hijas nacieron en México. Mi mitad no importa, nada las ampara por mi mitad.

Me traje un cargamento de medicinas, que ocho vecinos consiguieron "enfermando" a sus hijos, sobrinos y nietos. Un peso y pico cada medicamento contra 260 pesos del mismo aquí. Cargábamos con cuatro maletas y una de ellas se extravió. Nos reportaron: "SE quedó en Cuba, por error". Dos días tardó en llegar a nuestra casa, no estaba asegurada, se robaron vestidos de las niñas y las bocinas del Ipod, pero venían diez pomos de su medicina.

Ayer, en México, viví la experiencia de ser "la multitud". Un pediatra distante, enfermeras que tratan a los niños sin un ápice de sensibilidad. Consulta y medicamentos: cifras para llorar.

Y mi niña piensa: Mi madre no quiere estar aquí. Tampoco quiere estar allá. Ella padece vivir en el medio. Y yo ¿qué haré con mi mitad?

por **El Compañero** Lun Nov 17, 2008 2:23 am

Hospital Miguel Enríquez
domingo 16 de noviembre de 2008

Mi primera estancia larga en un hospital en Cuba, fue en el año 2000. Trabajaba por un contrato por dos años, auguraba un destino favorable, para mi familia en Cuba, para mí. Pero, un borracho al volante chocó a mis padres, de frente.
Mi madre quedó inconciente en el asfalto. Mi papá, sentado sobre la moto, con una herida en la pierna semejante a la mordida de un tiburón, se desangraba gritando: Ayúdenla a ella, a ella.
El borracho se dio a la fuga. Gracias a un taxista y una guaguita vacía de trabajadores, mi madre fue a dar al Miguel Enríquez y mi padre al Hospital Naval. Las ambulancias escasean y si la distancia es corta al policlínico, más te vale pedalear. Las urgencias.......
Volé en Méxicana, al amanecer siguiente y al llegar, mi familia había conseguido tenerlos juntos, en "La Benéfica". Mi mamá tenía fracturas en la muñeca, la rodilla y un pie, además una herida profunda en la cadera. Ya le habían hecho pruebas de rayos x y el golpe en la cabeza no tuvo consecuencias.
Mi papá, diabético, tenía una herida enorme en la pierna.
Desde ese primer día viví lo indescriptible. Las luces mortecinas de las salas, la oscuridad de escaleras y pasillos, combinaban con los partes médicos. Cuando aquello no carecíamos de gasas, mercuro, alcohol, ni torundas porque la novia de un primo trabajaba en un área importante del hospital. Pero, en la sala a varios se le infectaron las heridas, no tenían para curarlos. Lo peor fueron otras cosas.
A mi madre le enyesaron mal su mano, tuvo que padecer una refractura a sangre fría, cuando era tarde y nada se resolvió. Estuvo ingresada un mes y medio.
Mi padre fue seis veces al salón, dos de ellas, entré con él. Noviaba con su cirujano ortopédico y viví dos operaciones, sin aire acondicionado, todos encerrados ¡con un ventilador! Les eché un líquido en las manos para desinfectar, de un botellón sobre un cubo porque no les funcionaban los lavamanos. El anestesiólogo hacía de enfermera porque la encargada, en las dos ocasiones, nunca apareció.
Compré pastillas en dólares, muchos dólares para garantizar la circulación de mi papá, su atención y simpatías. El cuarto donde estaba, con seis camas lo limpiábamos los acompañantes. También el baño, para asearlos con cierta privacidad nos prestábamos un a linterna enorme, que importé. Sin agua por las llaves ausentes, el traslado de pomos, cubos y latas desde otros cuartos formaban un trasiego de fango y humedad. Para tibiar el agua, usábamos resistencias dentro de las encarecidas latas de leche condensada. Desde aquel año faltaban vidrios en las ventanas y con periódicos, toallas o sábanas de la casa tapábamos el frío desconocido, en madrugadas de septiembre.
Todo debíamos taparlo porque las cucarachas, cohabitaban cotidianas en las mesitas al lado de las camas, entre los colchones ahuecados y no perdonaban el menor desliz.
Un día nos llamó la atención que empezaron a limpiar temprano. Esa mañana ante la visita del "MInisterio" el piso brilló. Yo había aprendido a no callarme, pero ese día no hablé. Mi cirujano ortopédico acompañaba a "la compañera" del MInisterio, emulaban sus dientes con la blancura del bloc de notas, donde ella debía anotar: "Quejas o sugerencias, compañeros, diganme la verdad".
En la asquerosa escalera del piso seis, lloré impotente. Recordé las consignas cotidianas, no las del gobierno: "Por eso estamos como estamos", "lo que se ve no se juzga" "Buchipluma namá" y la frase célebre de mi abuelo: "Si la ceguera es colectiva, el sol no sirve paná"...
Estuvimos con papi, cuatro meses en el hospital. Tuvimos que acudir a un contacto poderoso y cambiarlo al Amejeiras, tal era la ineptitud, el desgaste económico de nuestra parte y la incapacidad. Hoy me pregunto: Dios mío ¿quién calcula el costo real de la susodicha gratuidad?

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LA ODISEA DE KERALA CONTINUA ...

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