El impacto.
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El impacto.
La noticia será un verdadero tsunami informativo. Simultáneamente, el farero de Punta Espolón en Cabo de Hornos y el tripulante de la Estación Orbital MIR darán un salto en sus asientos y García Márquez recibirá nuevos ingresos por un alza en las ventas de su "Crónica de una muerte anunciada". Los izquierdistas de medio mundo se trocarán en plañideras de ocasión abrazados a la imagen del finado mientras la derecha brindará con el más selecto champagne, guardado a buen recaudo durante años para el momento y los centristas ni cortos ni perezosos, exhalarán un suspiro de alivio y alguna que otra nota necrológica, quizás publicada por el mismísimo Vaticano.
Los titulares no respetarán fronteras y desde El New York Times hasta Al Jazera rivalizarán en portadas alegóricas, que serán pasadas de mano en mano desde Wall Street hasta las más recónditas cuevas de Al Qaeda en Kandahar. Los talibanes de La Habana y los de Afganistán serán prolijos en muestras de pesadumbre ante el deceso y no faltarán flagelaciones islámicas en Teherán ni puñetazos contra paredes, entre miembros retirados de la Stasi y el KGB. Algunos ex agentes de la CIA darán saltos de alegría y la tumba de J.F.Kennedy en el cementerio de Arlington amanecerá con flores blancas, quizás en franco mutis de duda ante la alegría o el desconsuelo.
Grupos de manifestantes palestinos aprovecharán las tres horas diarias de tregua ofrecidas por el ejercito hebreo, para dar alaridos en señal de duelo, en imagen contrapuesta a sus expresiones de alegría el fatídico 11 de septiembre mientras observaban desplomarse las Torres Gemelas. En Bujumbara, la capital de Burundi, un ex alumno de una secundaria de Isla de Pinos ofrecerá un ramo de flores a la imagen de su eterno líder y en las cortes españolas, el representante de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, pedirá un minuto de silencio que será rechazado por la oposición. Los reyes de la más rancia Europa se llamarán por satélite con algún que otro chiste incluído y en la lejana Alaska, en el Monte Mc Kinley un montañista recibirá un SMS de su esposa alertándole sobre el suceso. Hasta un oso pardo en el Katmai National Park observará la imagen del difunto en un periódico, mientras busca en un latón de basura algún resto alimenticio y los escuálidos felinos supervivientes del zoológico de la avenida 26 en la Habana, respirarán en la conmoción ambiental un atisbo de esperanza a sus menguadas dietas diarias.
Nada escapará a una noticia de tamaña magnitud, pero los cubanos dentro y fuera de la isla vivirán su particular apocalipsis espiritual. Los consulados de la dictadura en el exterior cerrarán sus puertas no en señal de luto, sino en previsión ante posibles protestas. Los agentes infiltrados vacilarán ante un próximo fin que les condene como sus similares de las agencias de inteligencia de los ex países de la cortina de hierro, a vendedores de fritas, taxistas, porteros de discotecas o soldados de la mafia en el más rentable de los casos, de la noche a la mañana.
En Cuba, la mayor parte de la población lo celebrará en absoluto silencio, con discreción, vertiendo el comentario en el entorno familiar tras cerrar puertas y ventanas, mirando hacia los lados, no porque no estén contentos por el postrer latido de quien les restringe la expresión por cinco décadas sino porque llevan tantos años en silencio, que un grito, una voz sobresaliente por encima de las demás con una petición personal implica cárcel y en este caso es muy probable incluso, una pena de muerte. Quizás los nativos tan afines a la superstición y la religión esperen una tempestad tras la noticia, con truenos y centellas circuncidando de luz la mañana elegida por el destino, por lo que muchos se persignarán y en los altares de nuestros orishas millones de velas intenten iluminar el camino, cerrado por la obscuridad de una ideología desde enero de 1959. Los esbirros de los cuerpos represivos comprobarán sus armas de reglamento, con la imagen de una horca en un poste del tendido eléctrico prendida a los subconcientes y la élite dispondrá un estado de alerta general por temor a un estallido popular por una euforia contenida por diez lustros, a golpe de paredones, rejas y balsas.
En el exilio, las reservas de bebidas alcohólicas y en su defecto jarabes antitusígenos se agotarán tras las primeras horas de promulgada la noticia y la consabida "curda" alcanzará dimensiones cataclísmicas. Entre llantos y sonrisas, entre el rímel invasor de mejillas a lomos de lágrimas por todo lo que arrebató la dictadura durante años y años y carcajadas arrancadas a golpe de rones, junto el deseo de compartir con tanto muerto que no pudo ver el final del sátrapa, los días se unirán a las noches. Los cementerios se abrirán como por encanto y serán inundados por frases cotidianas cargadas por el peso de la nostalgia: ¡Vieja, mi vieja coño, te vas conmigo pa´La´bana!.
El mundo contemplará entre el estupor y la sorpresa a millones de cubanos bajo los efectos de una danza macabra pero justa, porque si para ser libres el destino nos condicionó a la espera de la muerte de la bestia de Birán, no tenemos otra opción que bailar y bailar hasta caer aturdidos por el éxtasis del sueño de una patria libre. Mientras la izquierda promueva a través de sus páginas de la red como Kaos, imágenes de luto y pérdida de uno de sus bastiones, Juanita, la viejecilla de Lawton, encerrada en su cuartico y a la luz de un candil mirará con una sonrisa cómplice al solitario pan guardado para la cena y le dirá en un susurro: "Se murió el caballo, pan. Mañana quizás te coma con mantequilla", mientras se dirija a la cama a mirar la foto del hijo ahogado en el Estrecho de La Florida.
Será un impacto sin duda alguna, pero también el más esperado por los cubanos.
Patrio
Los titulares no respetarán fronteras y desde El New York Times hasta Al Jazera rivalizarán en portadas alegóricas, que serán pasadas de mano en mano desde Wall Street hasta las más recónditas cuevas de Al Qaeda en Kandahar. Los talibanes de La Habana y los de Afganistán serán prolijos en muestras de pesadumbre ante el deceso y no faltarán flagelaciones islámicas en Teherán ni puñetazos contra paredes, entre miembros retirados de la Stasi y el KGB. Algunos ex agentes de la CIA darán saltos de alegría y la tumba de J.F.Kennedy en el cementerio de Arlington amanecerá con flores blancas, quizás en franco mutis de duda ante la alegría o el desconsuelo.
Grupos de manifestantes palestinos aprovecharán las tres horas diarias de tregua ofrecidas por el ejercito hebreo, para dar alaridos en señal de duelo, en imagen contrapuesta a sus expresiones de alegría el fatídico 11 de septiembre mientras observaban desplomarse las Torres Gemelas. En Bujumbara, la capital de Burundi, un ex alumno de una secundaria de Isla de Pinos ofrecerá un ramo de flores a la imagen de su eterno líder y en las cortes españolas, el representante de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, pedirá un minuto de silencio que será rechazado por la oposición. Los reyes de la más rancia Europa se llamarán por satélite con algún que otro chiste incluído y en la lejana Alaska, en el Monte Mc Kinley un montañista recibirá un SMS de su esposa alertándole sobre el suceso. Hasta un oso pardo en el Katmai National Park observará la imagen del difunto en un periódico, mientras busca en un latón de basura algún resto alimenticio y los escuálidos felinos supervivientes del zoológico de la avenida 26 en la Habana, respirarán en la conmoción ambiental un atisbo de esperanza a sus menguadas dietas diarias.
Nada escapará a una noticia de tamaña magnitud, pero los cubanos dentro y fuera de la isla vivirán su particular apocalipsis espiritual. Los consulados de la dictadura en el exterior cerrarán sus puertas no en señal de luto, sino en previsión ante posibles protestas. Los agentes infiltrados vacilarán ante un próximo fin que les condene como sus similares de las agencias de inteligencia de los ex países de la cortina de hierro, a vendedores de fritas, taxistas, porteros de discotecas o soldados de la mafia en el más rentable de los casos, de la noche a la mañana.
En Cuba, la mayor parte de la población lo celebrará en absoluto silencio, con discreción, vertiendo el comentario en el entorno familiar tras cerrar puertas y ventanas, mirando hacia los lados, no porque no estén contentos por el postrer latido de quien les restringe la expresión por cinco décadas sino porque llevan tantos años en silencio, que un grito, una voz sobresaliente por encima de las demás con una petición personal implica cárcel y en este caso es muy probable incluso, una pena de muerte. Quizás los nativos tan afines a la superstición y la religión esperen una tempestad tras la noticia, con truenos y centellas circuncidando de luz la mañana elegida por el destino, por lo que muchos se persignarán y en los altares de nuestros orishas millones de velas intenten iluminar el camino, cerrado por la obscuridad de una ideología desde enero de 1959. Los esbirros de los cuerpos represivos comprobarán sus armas de reglamento, con la imagen de una horca en un poste del tendido eléctrico prendida a los subconcientes y la élite dispondrá un estado de alerta general por temor a un estallido popular por una euforia contenida por diez lustros, a golpe de paredones, rejas y balsas.
En el exilio, las reservas de bebidas alcohólicas y en su defecto jarabes antitusígenos se agotarán tras las primeras horas de promulgada la noticia y la consabida "curda" alcanzará dimensiones cataclísmicas. Entre llantos y sonrisas, entre el rímel invasor de mejillas a lomos de lágrimas por todo lo que arrebató la dictadura durante años y años y carcajadas arrancadas a golpe de rones, junto el deseo de compartir con tanto muerto que no pudo ver el final del sátrapa, los días se unirán a las noches. Los cementerios se abrirán como por encanto y serán inundados por frases cotidianas cargadas por el peso de la nostalgia: ¡Vieja, mi vieja coño, te vas conmigo pa´La´bana!.
El mundo contemplará entre el estupor y la sorpresa a millones de cubanos bajo los efectos de una danza macabra pero justa, porque si para ser libres el destino nos condicionó a la espera de la muerte de la bestia de Birán, no tenemos otra opción que bailar y bailar hasta caer aturdidos por el éxtasis del sueño de una patria libre. Mientras la izquierda promueva a través de sus páginas de la red como Kaos, imágenes de luto y pérdida de uno de sus bastiones, Juanita, la viejecilla de Lawton, encerrada en su cuartico y a la luz de un candil mirará con una sonrisa cómplice al solitario pan guardado para la cena y le dirá en un susurro: "Se murió el caballo, pan. Mañana quizás te coma con mantequilla", mientras se dirija a la cama a mirar la foto del hijo ahogado en el Estrecho de La Florida.
Será un impacto sin duda alguna, pero también el más esperado por los cubanos.
Patrio
Patrio- Ganador por Votación del Foro al Premio Golden Post por Mejor Articulo Original
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