La arcada.
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La arcada.
Esta noche le escribo al asco, a la arcada, a ese reflejo incondicionado que nos induce al vómito. El daño a la tierra que nos vió nacer ha sido tan brutal, tan persistente, que en ocasiones flaquea en instinto de aferrarse a la esperanza de que un día podamos ser libres. Tener una tiranía en Cuba desde 1952 con el golpe militar de Batista y la posterior asonada verdeolivo de 1959, se ha revertido en una tierra que no sólo es gobernada por tiranos, sino que está infecta y los engendra por doquier. Tiranos a diestra y siniestra, autoproclamados poseedores de una verdad tan incierta como sus extremismos pero con una incapacidad probada para dar un solo segundo a la probabilidad de hallar la solución. La diatriba es tan necesaria conceptualmente que rompe los esquemas tradicionales y los contendientes tan distantes y semejantes a su vez en intransigencia y verticalidad, que el tema de una solución al problema a veces da la impresión que es poco deseable, como si la libertad hiciera daño a las partes en conflicto. El único problema es que en el epicentro del desastre hay un pueblo con cinco decenios de sufrimientos y hambruna.
Envejece la élite de la tiranía junto a la élite de la oposición, enfrascadas en defender posturas que hastiadas de la esgrima verbal sin resultados, se diluyen apenas avanzar los primeros metros por las míseras calles de nuestras ciudades ancianas. El tiempo se ha detenido para un poder castrense incapaz de que avance una revolución concebida para cambiar el entorno y a la par una oposición sigilosa que deambula en un círculo vicioso creado por su propia cárcel conceptual y errada, oponerse de manera democrática a una tiranía. Los que nacimos bajo el conflicto y sobrevivimos a la desidia que como invencible trepadora alcanza todos los estamentos de la vida social cubana, contemplamos espantados el enfrentamiento a tres bandas protagonizado por una dictadura histórica, una disidencia histórica y un exilio histórico. Somos más de una generación víctima de contendientes con tal afán de protagonismo, que tal vez olvidaron que los que veníamos detrás teníamos derecho a nuestra propia historia de la que quizás ellos no tendrían que formar parte.
Justo es aceptar que el hombre que no abraza su pasado, tiene pocas probabilidades de acunar un futuro pero no es impropio señalar que tenemos un pasado que estrechar entre los brazos con cierto recelo. Los que buscamos una historia en la que refugiar nuestras raíces, debemos desescombrar los treinta años de una manigua, no exenta de separatismos, caudillismos y anexionismos pero con un despliegue de valor, honra y moral de tal magnitud que merecieron ser los padres de una nación. Somos hijos del infortunio, porque los hijos pródigos de una nación resultante de la brillante mezcla euroafricana, fueron acunados por la parca antes del nacimiento de la república. Quedamos marcados para la posteridad por el izaje de nuestra enseña por manos militares desde su vez primera. Una república por nacer que ya era estigmatizada desde los albores de su propia concepción, a pesar del desoído clamor del aventajado que señaló con gran acierto en su momento, que una república no podía ser dirigida como un campamento militar. Estábamos condenados al cadalso de una nación definida socialmente por Carlos Loveira de forma magistral en "Generales y Doctores" (1920). Aquella genealogía de un poder letrado con fuerte arraigo militar pero con una marcada tendencia a la corrupción, nutrió genéticamente al alma del nacional y lo sufrimos hasta hoy en los contendientes de un conflicto, que curtido por la sangre y la muerte, parece eternizarse sobre la isla de Cuba.
Hoy que sufrimos una diarquía tan esperpéntica como anticonstitucional al frente de los designios de una patria en ruinas, somos los labradores conscientes de una desunión forjada desde los inicios de la propia dictadura. Si se utiliza un matematismo que intente explicar la lógica de acciones desde la perspectiva de una resistencia pasiva, el resultado final de la ecuación será similar, la inutilidad. Los que iniciaron la confrontación entre ambas corrientes ideológicas hojean con aire displicente álbumes de nietos en simpáticas poses, mientras una juventud abocada a un vacío espiritual busca solución a sus vidas allende las fronteras.
Dentro, las férreas fuerzas represivas del sistema comunista están prestas a descargar con potencia letal contra la menor escisión de las orientaciones de la élite y fuera, sucumben ante un panorama no menos desalentador, la persistencia de patrones de lucha realmente dignos en esencia pero tan atrapados en el tiempo como sus líderes. Nuestra amada isla agoniza de forma crónica, llevándose consigo a sus gentes de dentro y fuera con ella, no escapando a esta progerie vertiginosa generaciones posteriores. Es más común hablar de venganza que de bienestar, de enjuciar en vez de reorientar, de trocar víctimas en victimarios y viceversa, como si fuera necesario un sacrificio que convirtiera a nuestra isla en un nuevo Tikal. Cruzar el muro es encontrarse con el reverso de una medalla adorada por muchos pero que a pesar de su brillo y el aire de una libertad comprometida, es tan tajante, arbitraria y dispuesta a la ejecución moral y espiritual del individuo, como sus propios enemigos.
Los que a pesar de estos huracanes de pasiones desmedidas que sólo logran el distanciamiento de las nuevas hornadas de emigrantes, mantienen contra viento y marea la propuesta de nuevas estrategias de enfrentamiento a la dictadura son vapuleados de manera soez, como si el zaherir al compatriota que ejercita su libertad de opinión recién adquirida les liberara de sus odios las más de las veces justificados, pero que no por ello pierden su condición de sentimiento innoble. La luz al final del túnel sólo puede vislumbrase a través del pensamiento de hombres anónimos en su mayor parte y algunos conocidos, dentro y fuera de la isla se enfrentan a una dictadura que a todas luces pretende eternizarse en el poder y gracias a ellos es posible soñar con una Cuba con todos y para el bien de todos.
Pese a ello, muchos se empeñan en ofrecer un oasis a los sedientos de una patria libre, haciendo público un pensamiento que retaría hasta al mismo Polión cuando exclamó: "...no escribo contra quien puede proscribir...". La arcada perenne se mitiga ante hechos puntuales, ante el trabajo concienzudo, dinámico y eficaz de muchos compatriotas anónimos que a pesar de la lejanía muestran caminos opcionales y que torpedean con acierto el herrumbroso casco de un Granma tan senil como las ideas que promulga y un ejemplo digno de mención, es la influencia que han logrado ejercer en los últimos tiempos un grupo de cubanos en el más reciente bastión del socialismo europeo, España. A tal punto han vinculado personalidades políticas al desastre de nuestro pueblo que hay dos hechos recientes que han marcado un ante y un después en la imagen más reciente de Cuba ante Europa.
1. La advertencia pública de la presidenta de la Comunidad de Madrid a la Casa de América, de no permitir la celebración por parte del Consulado de Cuba la celebración del 50 aniversario de la revolución cubana, pues ello implica cohabitar con una feroz dictadura.
2. La manifestación convocada para el próximo 1 de febrero en la Puerta del Sol de la capital española contra la dictadura cubana. La manifestación que será multitudinaria cuenta con el apoyo de figuras del espectro político nacional y representa un duro golpe a la labor proselitista de políticos españoles en relación con la actual política cubana.
Es realmente meritoria la labor de muchos cubanos que han depuesto en gran parte de los casos su membresía particular en aras de la única opción por la que todos debemos priorizar, la libertad y democratización de nuestro país, sin la presencia de la élite que nos ha desgobernado durante medio siglo.
Esta eficacia y desinterés debe servir como ejemplo y establecer un patrón con el que todos se identifiquen. La libertad gusta del descanso en los páramos alejados del odio incontrolable y de la entrega al bien común antes que ser un jinete de visos apocalípticos. Cuba más que venganza necesita pan y aunque no hay duda alguna demostrada tras la caída de dictaduras latinoamericanas, se imponen juicios contra los responsables de la élite castrense, es indudable que más que a servir de jueces por su condición de víctimas reales de la brutalidad castrista, los cubanos más heridos por el sistema han de convertirse en verdaderos maestros del arte de la paz más rotunda.
Los odios más que escudos delante de los pechos, han de ir a la espalda para evitar que los proyectiles del tirano alcancen tras atravesar los valientes corazones a las generaciones venideras, que no merecen ni por asomo crecer a la vera de tanto odio vertido por las doctrinas castristas. Los extremismos no han de ser utilizados en la construcción del país que todos soñamos, por ello dentro y fuera de Cuba debemos convertirnos en nuevos Diógenes, que ante el gran Alejandro respondió ante su deseo de cumplir un favor deseado: "...Apártate de mi sol...".
Quizás entonces desaparezca la náusea.
Patrio
Envejece la élite de la tiranía junto a la élite de la oposición, enfrascadas en defender posturas que hastiadas de la esgrima verbal sin resultados, se diluyen apenas avanzar los primeros metros por las míseras calles de nuestras ciudades ancianas. El tiempo se ha detenido para un poder castrense incapaz de que avance una revolución concebida para cambiar el entorno y a la par una oposición sigilosa que deambula en un círculo vicioso creado por su propia cárcel conceptual y errada, oponerse de manera democrática a una tiranía. Los que nacimos bajo el conflicto y sobrevivimos a la desidia que como invencible trepadora alcanza todos los estamentos de la vida social cubana, contemplamos espantados el enfrentamiento a tres bandas protagonizado por una dictadura histórica, una disidencia histórica y un exilio histórico. Somos más de una generación víctima de contendientes con tal afán de protagonismo, que tal vez olvidaron que los que veníamos detrás teníamos derecho a nuestra propia historia de la que quizás ellos no tendrían que formar parte.
Justo es aceptar que el hombre que no abraza su pasado, tiene pocas probabilidades de acunar un futuro pero no es impropio señalar que tenemos un pasado que estrechar entre los brazos con cierto recelo. Los que buscamos una historia en la que refugiar nuestras raíces, debemos desescombrar los treinta años de una manigua, no exenta de separatismos, caudillismos y anexionismos pero con un despliegue de valor, honra y moral de tal magnitud que merecieron ser los padres de una nación. Somos hijos del infortunio, porque los hijos pródigos de una nación resultante de la brillante mezcla euroafricana, fueron acunados por la parca antes del nacimiento de la república. Quedamos marcados para la posteridad por el izaje de nuestra enseña por manos militares desde su vez primera. Una república por nacer que ya era estigmatizada desde los albores de su propia concepción, a pesar del desoído clamor del aventajado que señaló con gran acierto en su momento, que una república no podía ser dirigida como un campamento militar. Estábamos condenados al cadalso de una nación definida socialmente por Carlos Loveira de forma magistral en "Generales y Doctores" (1920). Aquella genealogía de un poder letrado con fuerte arraigo militar pero con una marcada tendencia a la corrupción, nutrió genéticamente al alma del nacional y lo sufrimos hasta hoy en los contendientes de un conflicto, que curtido por la sangre y la muerte, parece eternizarse sobre la isla de Cuba.
Hoy que sufrimos una diarquía tan esperpéntica como anticonstitucional al frente de los designios de una patria en ruinas, somos los labradores conscientes de una desunión forjada desde los inicios de la propia dictadura. Si se utiliza un matematismo que intente explicar la lógica de acciones desde la perspectiva de una resistencia pasiva, el resultado final de la ecuación será similar, la inutilidad. Los que iniciaron la confrontación entre ambas corrientes ideológicas hojean con aire displicente álbumes de nietos en simpáticas poses, mientras una juventud abocada a un vacío espiritual busca solución a sus vidas allende las fronteras.
Dentro, las férreas fuerzas represivas del sistema comunista están prestas a descargar con potencia letal contra la menor escisión de las orientaciones de la élite y fuera, sucumben ante un panorama no menos desalentador, la persistencia de patrones de lucha realmente dignos en esencia pero tan atrapados en el tiempo como sus líderes. Nuestra amada isla agoniza de forma crónica, llevándose consigo a sus gentes de dentro y fuera con ella, no escapando a esta progerie vertiginosa generaciones posteriores. Es más común hablar de venganza que de bienestar, de enjuciar en vez de reorientar, de trocar víctimas en victimarios y viceversa, como si fuera necesario un sacrificio que convirtiera a nuestra isla en un nuevo Tikal. Cruzar el muro es encontrarse con el reverso de una medalla adorada por muchos pero que a pesar de su brillo y el aire de una libertad comprometida, es tan tajante, arbitraria y dispuesta a la ejecución moral y espiritual del individuo, como sus propios enemigos.
Los que a pesar de estos huracanes de pasiones desmedidas que sólo logran el distanciamiento de las nuevas hornadas de emigrantes, mantienen contra viento y marea la propuesta de nuevas estrategias de enfrentamiento a la dictadura son vapuleados de manera soez, como si el zaherir al compatriota que ejercita su libertad de opinión recién adquirida les liberara de sus odios las más de las veces justificados, pero que no por ello pierden su condición de sentimiento innoble. La luz al final del túnel sólo puede vislumbrase a través del pensamiento de hombres anónimos en su mayor parte y algunos conocidos, dentro y fuera de la isla se enfrentan a una dictadura que a todas luces pretende eternizarse en el poder y gracias a ellos es posible soñar con una Cuba con todos y para el bien de todos.
Pese a ello, muchos se empeñan en ofrecer un oasis a los sedientos de una patria libre, haciendo público un pensamiento que retaría hasta al mismo Polión cuando exclamó: "...no escribo contra quien puede proscribir...". La arcada perenne se mitiga ante hechos puntuales, ante el trabajo concienzudo, dinámico y eficaz de muchos compatriotas anónimos que a pesar de la lejanía muestran caminos opcionales y que torpedean con acierto el herrumbroso casco de un Granma tan senil como las ideas que promulga y un ejemplo digno de mención, es la influencia que han logrado ejercer en los últimos tiempos un grupo de cubanos en el más reciente bastión del socialismo europeo, España. A tal punto han vinculado personalidades políticas al desastre de nuestro pueblo que hay dos hechos recientes que han marcado un ante y un después en la imagen más reciente de Cuba ante Europa.
1. La advertencia pública de la presidenta de la Comunidad de Madrid a la Casa de América, de no permitir la celebración por parte del Consulado de Cuba la celebración del 50 aniversario de la revolución cubana, pues ello implica cohabitar con una feroz dictadura.
2. La manifestación convocada para el próximo 1 de febrero en la Puerta del Sol de la capital española contra la dictadura cubana. La manifestación que será multitudinaria cuenta con el apoyo de figuras del espectro político nacional y representa un duro golpe a la labor proselitista de políticos españoles en relación con la actual política cubana.
Es realmente meritoria la labor de muchos cubanos que han depuesto en gran parte de los casos su membresía particular en aras de la única opción por la que todos debemos priorizar, la libertad y democratización de nuestro país, sin la presencia de la élite que nos ha desgobernado durante medio siglo.
Esta eficacia y desinterés debe servir como ejemplo y establecer un patrón con el que todos se identifiquen. La libertad gusta del descanso en los páramos alejados del odio incontrolable y de la entrega al bien común antes que ser un jinete de visos apocalípticos. Cuba más que venganza necesita pan y aunque no hay duda alguna demostrada tras la caída de dictaduras latinoamericanas, se imponen juicios contra los responsables de la élite castrense, es indudable que más que a servir de jueces por su condición de víctimas reales de la brutalidad castrista, los cubanos más heridos por el sistema han de convertirse en verdaderos maestros del arte de la paz más rotunda.
Los odios más que escudos delante de los pechos, han de ir a la espalda para evitar que los proyectiles del tirano alcancen tras atravesar los valientes corazones a las generaciones venideras, que no merecen ni por asomo crecer a la vera de tanto odio vertido por las doctrinas castristas. Los extremismos no han de ser utilizados en la construcción del país que todos soñamos, por ello dentro y fuera de Cuba debemos convertirnos en nuevos Diógenes, que ante el gran Alejandro respondió ante su deseo de cumplir un favor deseado: "...Apártate de mi sol...".
Quizás entonces desaparezca la náusea.
Patrio
Patrio- Ganador por Votación del Foro al Premio Golden Post por Mejor Articulo Original
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Re: La arcada.
Muy bueno eso Patrio , y estoy seguro que vamos a lograrlo.Si, los años no pasan en vano y vamos envejeciendo pero los ideales de libertad y justicia nos mantienen jovenes todavia.
Hermano, si supieras las ganas que tengo de sentarme en el malecon y recordar el pasado, si supieras los deceos que tengo de disfrutar de una buena cerveza en Tropicana, entonces comprenderias como añoro mi Cuba libre.
politico
Hermano, si supieras las ganas que tengo de sentarme en el malecon y recordar el pasado, si supieras los deceos que tengo de disfrutar de una buena cerveza en Tropicana, entonces comprenderias como añoro mi Cuba libre.
politico
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