Manifestacion contra Castro en Barcelona
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Manifestacion contra Castro en Barcelona
Esta mañana me he acercado por la manifestación convocada frente al Consulado Cubano de Barcelona. He llegado un cuarto de hora antes de lo necesario… ha sido inútil. Los castristas nos habían ganado por media hora… eran un centenar, cientocincuenta como mucho, frente a un centenar de anticastristas bastante deslenguados. Me imagino que para los cubanos presentes que han sobrevivido a los actos de repudio, o al Mariel, ver de nuevo el emblema del CDR y oír los gritos de entonces, incluso con un acento distinto (me atrevo a decir que había poco cubano entre los contra manifestantes) ha tenido algo de traumático… pero también de liberador. Aquí los participantes del acto de repudio no podían disfrutar de la impunidad de Cuba y entre ellos y los manifestantes había una presencia, correcta, de Mossos de Escuadra, la policía autonómica. Aquí se podían contestar a los gritos y no había que soportar pedradas. Aquí se han contestado todos sus gritos y sus consignas ridículas…
A lo largo de la tarde ha seguido llegando gente. Los castristas estaban allí desde el principio mientras que los espontáneos partidarios de la libertad han ido llegando poco a poco hasta igualar por meomentos al grupo castrista inicial en número.
El símbolo del CDR, ese guajiro con el machete en alto estilizado que ha aterrorizado a media Cuba desde hace ya dos generaciones aparecía en la misma pancarta que unas siglas que hace ya veinte años pocos se toman en serio: el PSUC —Partit socialista unificat de Catalunya. Ante esa pancarta un amigo me ha comentado “Es increíble el poder de convocatoria de esa gente para apoyar una tiranía”. Dejando a un lado lo sorprendente que resulta que un centenar de ciudadanos de una sociedad urbana, desarrollada, que se tiene por progresista, sean capaces de apoyar a un dictador tercermundista y senil, un patriarca agrario cada vez más premoderno, tengo que decir que hablar de poder convocatoria en este caso me parece exagerado.
Poder de convocatoria el del PSUC durante la transición española. En aquellos días, durante el primer Primero de Mayo legalizado después de muerto Franco, pudieron llevar a la manifestación unitaria convocada por todos los partidos y sindicatos, a miles de sus miembros. Los recuerdo, apretados de acera a acera, marchando unidos en medio de un mar de banderas, tras las pancartas de sus secciones. Parecían un ejército y, al contrario que los psuqueros de hoy, parecían un ejército predestinado a la victoria.
Como el cinturón de Barcelona está lleno de barrios, ciudades y pueblos con nombre de Santo y el nombre de la sección incluía el de la localidad en que trabajaba, podían verse pancartas que unían a San Andrés o Sant Boi y al PSUC, aunque mi favorita era la de la Sección del PSUC de la Sagrada Familia. Aquella semana, hablo de memoria, una revista satírica (debía de ser EL PAPUS) publicaba una caricatura en que un anarquista, pelo largo y camisa con una gran A mayúscula, le preguntaba a un psuquero… “¿Falta mucho para que pase la sección del Sagrado Corazón de Jesús?”
En aquella época la sección de la Sagrada Familia, y quien sabe si incluso la del Sagrado Corazón de Jesús, hubiera podido reunir más gente que la que ha reunido el PSUC hoy. El PSUC era un gran partido para conspirar contra Franco, tan compartimentado, tan serio, tan ortodoxo. Comprendo que los psuqueros que hoy han tratado de abortar una manifestación contra Fidel Castro en Barcelona estén en contra de las elecciones. Las elecciones les han sido cada vez menos amables. En 1977 la mitad, o más, de los diputados comunistas de España lo eran con votos del PSUC. Hoy, eran ciento cincuenta en la calle (¿lo he comentado ya?), o tal vez menos porque había gente de otros grupos en la contramanifestación. Han pasado de ser la principal fuerza política del Bajo Llobregat, los dueños del cinturón industrial de Barcelona, a ser un partido más dentro de una coalición (Izquierda Unida) que en las últimas elecciones seguía en caída libre. Han pasado de ser el futuro a ser ese grupúsculo que tiene en las calles de Barcelona el mismo poder de convocatoria que tres exiliados cubanos con un par de blogs.
La cantidad de militantes que son capaces de movilizar no es lo único que ha variado. También han cambiado las consignas. Hace treinta años gritaban “Llibertat, Amnistia, Estatut d´Autonomia.” Hoy trataban de acallar voces que pedían “Libertad, Amnistía” y reclamaban las mismas libertades políticas que ellos pedían en los años setenta. Sería fácil ironizar sobre lo amigos de las libertades públicas que pueden ser los comunistas en la oposición. No lo haré… tengo mis estándares y nunca me ha gustado lo obvio… Un comunista, inteligente, en la oposición era normalmente tan encantador y elegante como puede serlo un católico devoto, inteligente, cuando carece de poder temporal. Chesterton y Vázquez Montalban fueron divertidos, chispeantes, porque detrás de sus credos no estaba el poder del inquisidor o del comisario. Me encanta Chesterton, esa fuente inagotable de citas elegantes, y me gustan las novelas de Vázquez Montalban, el mejor cronista de la trasformación urbana y social de Barcelona desde los setentas hasta el fin de siglo, pero sospecho que con poder hubieran sido otros tantos Beria o Torquemada. Las ideologías que quieren salvar a la gente de sí misma son preferibles lejos del poder. En el poder son un coñazo. Cualquier cubano podrá aportar anécdotas que lo prueban.
Hoy sin embargo los comunistas que estaban en la calle cantando La Internacional y asomando sin convicción una bandera con el rostro de Lenin no eran ni chispeantes ni simpáticos. Eran las sobras de un sueño que pasó sin realizarse. En apenas una generación pasaron de ser el futuro a ser ciento cincuenta personas bajo la lluvia invernal, coreando eslóganes de una revolución que tiene el encanto de lo lejano. Hay que decir que pese a ello, pese a que muchos de ellos probablemente no han estado nunca en la isla, y de seguro que nunca querrán mudarse a ella, han logrado captar uno de los elementos más definitorios de la revolución. Sus gritos eran, en muchos momentos (como cuando chillaban “No sois cubanos, sois unos gusanos”) un claro exponente de todo lo que es cheo y chusma en la terminología revolucionaria.
Juan Carlos Castillón
Barcelona
http://www.penultimosdias.com/2009/02/01/divagaciones-afonicas/
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