ANTONIO MACHADO RECORDANDO
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ANTONIO MACHADO RECORDANDO
No creo que hagan falta mis palabras para resaltar los poemas que componen esta obra. Antonio Machado es un gran poeta y sus versos resultan elocuentes. Se me ha ocurrido una idea: ¿cómo se comportarían esos versos sacados de contexto, siendo nuevamente envueltos?
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una. (I. Retrato)
Antonio quiere vislumbrar lo auténtico. Su respetado Unamuno haría un poema a los grillos que habitaban en su cabeza (grillos idealistas, que no hueros), pero Antonio es real, sus ojos llenos de sentido común escrutan lo aparente; y si no existe lo aparente, mejor.
Filósofos nutridos de sopa de convento
contemplan impasibles el amplio firmamento; (II. A orillas del Duero)
Un poco labrador, del cielo aguarda
y al cielo teme; alguna vez suspira,
pensando en su olivar, y al cielo mira
con ojo inquieto, si la lluvia tarda. (XXXVI. Del pasado efímero)
Qué carácter, qué apego a la tierra. Leyendo a Machado uno entiende que el verdadero idealismo parte del realismo más austero. Y sin embargo es comprensivo, los matices se le escapan. Unamuno hizo de sus contradicciones puras verdades (o mentiras), filosofías a fin de cuentas; Machado canta las suyas, y critica ese sentido común del que él, en resumidas cuentas, se aleja, pues con los pies en la tierra es capaz de ver, aunque lo dude en ocasiones. Él se aleja de esa cordura porque es capaz de doblarse, de amoldarse, de pensar, de soñar…
No fue por una trágica amargura
esta alma errante desgajada y rota;
purga un pecado ajeno: la cordura,
la terrible cordura del idiota. (X. Un loco)
¡Ojos que a la luz se abrieron
un día para, después,
ciegos tornar a la tierra,
hartos de mirar sin ver! (XLI. “XII”- Proverbios y cantares)
Ayer soñé que veía
a Dios y que a Dios hablaba;
y soñé que Dios me oía…
Después soñé que soñaba. (XLI. “XXI”- Proverbios y cantares)
¡Oh!, sí, conmigo vais, campos de Soria,
tardes tranquilas, montes de violeta,
alamedas del río, verde sueño
del suelo gris y de la parda tierra, (XVII. Campos de Soria)
¿Eres tú, Guadarrama, viejo amigo,
la sierra gris y blanca,
la sierra de mis tardes madrileñas
que yo veía en el azul pintada? (VIII. ¿Eres tú, Guadarrama, viejo amigo)
Los colores de Antonio son pardos que tornan verdes, amarillos y dorados, grises esperando su azul. En ese punto, entre la vida y la muerte, vela los caminos, ve la tierra castellana acunada por la Madre Tierra.
¿No beberán un día en vuestros senos
los que mañana labrarán la tierra?
¡Oh, celebrad este domingo claro,
madrecitas en flor, vuestras entrañas nuevas! (XVI. Pascua de Resurrección)
Castilla, esa tierra hecha tópico por Machado, esa tierra que muestra su belleza en su rudeza, su finura en su carácter recio. Tan próxima en sus sueños a la muerte por un lado, a la vida por el otro, en una orgía de sangre y semen, de cuchillos y semillas.
¡Castilla varonil, adusta tierra;
Castilla del desdén contra la suerte,
Castilla del dolor y de la guerra,
tierra inmortal, Castilla de la muerte! (VI. Orillas del Duero)
Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
—no fue por estos campos el bíblico jardín—;
son tierras para el águila, un trozo de planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín. (III. Por tierras de España)
Un año más. El sembrador va echando
la semilla en los surcos de la tierra.
Dos lentas yuntas aran,
mientras pasan las nubes cenicientas (XXXIV. Noviembre 1913)
Castellanos a la tierra atados, dependientes de los caprichos de lo externo: la divinidad ancestral de la naturaleza.
¡Señor, por quien arranco el pan con pena,
sé tu poder, conozco mi cadena!
¡Oh dueño de la nube del estío
que la campiña arrasa,
del seco otoño, del helar tardío
y del bochorno que la mies abrasa! (V. El Dios ibero)
Pero dentro de esas ataduras hay vida, hay esperanza. Hay sueños.
Érase de un marinero
que hizo un jardín junto al mar,
y se metió a jardinero.
Estaba el jardín en flor,
y el jardinero se fue
por esos mares de Dios. (XLII. Parábolas)
¡Eran tu voz y tu mano,
en sueños, tan verdaderas!…
Vive, esperanza, ¡quién sabe
lo que se traga la tierra! (XXVI. Soñé que tú me llevabas)
Late, corazón… No todo
se lo ha tragado la tierra. (XXIV. Dice la esperanza: un día…)
Lluvia y sol. Ya se oscurece
el campo, ya se ilumina;
allí un cerro desparece,
allá surge una colina. (IX. En abril, las aguas mil)
El ánimo del autor es como el sesgo del arador, firme; el sentir del poeta es como la sementera del sembrador, fértil en origen; las sensaciones, las percepciones y el pensamiento de Machado son como el tiempo, ese período que se sabe cíclico pero expuesto a cambios aleatorios. La predicción del creador es como la del campesino castellano, sabio en la causa-efecto, harto ya de mirar al cielo dependiente del suelo.
Mientras el sol de enero su débil luz envía,
su triste luz velada sobre los campos yermos,
a un ventanuco asoman, al declinar el día,
algunos rostros pálidos, atónitos y enfermos, (IV. El hospicio)
La tierra da lo suyo; el sol trabaja;
el hombre es para el suelo:
genera, siembra y labra
y su fatiga unce la tierra al cielo. (XXXVII. Los olivos)
Pero ¿tu hora es la mía?
¿Tu tiempo, reloj, el mío? (XXXIII. Poema de un día)
La naturaleza de la muerte:
Quiso heredar. ¡Oh guindos y nogales
del huerto familiar verde y sombrío,
y doradas espigas candeales
que colmarán las trojes del estío!
Y se acordó del hacha que pendía
en el muro, luciente y afilada;
el hacha fuerte que la leña hacía
de la rama de roble cercenada. (XII. Un criminal)
La codicia de los campos
ve tras la muerte la herencia;
no goza de lo que tiene
por ansia de lo que espera. (XVIII. La tierra de Alvargonzález (cuento-leyenda) (poema))
La naturaleza de la vida:
y piensa el alma en una mariposa,
atlas del mundo, y sueña. […]
con este dulce soplo
que triunfa de la muerte y de la piedra, (XXVIII. Al borrarse la nieve, se alejaron)
Mariposa, soplo, alma…: todo ello significa en griego psique. Ese soplo, que no es otro que el último hálito de vida, se sobrepone y vence a la muerte.
las almas huyen para dar canciones:
alma es distancia y horizonte: ausencia. (XXXII. Adiós)
Pero el ciclo vital pende de finos hilos, esa ausencia es ausencia de recuerdo. La materia, en términos aristotélicos, vuelve, pero no así la forma, amoldada por nuestros sentimientos.
con unos dedos muy finos,
algo muy tenue rompió. (XXVII. Una noche de verano)
mas falta el hilo que el recuerdo anuda
al corazón, el ancla en su ribera,
o estas memorias no son alma. Tienen,
en sus abigarradas vestimentas,
señal de ser despojos del recuerdo,
la carga bruta que el recuerdo lleva. (XXIX. En estos campos de la tierra mía)
Este ciclo vital es distinto en el poeta que el que ve en las tierras de Castilla, el cual admira por eso mismo. El castellano, en su entera adustez, siempre se sobrepone, pues sus campos ni son propicios para lujos ni para recuerdos. Machado ve en esos ojos la resignación ante lo que vendrá y el olvido de lo sucedido.
Mientras la boca sonreír parece,
los ojos perspicaces,
que un ceño pensativo empequeñece,
miran y ven, profundos y tenaces. (XI. Fantasía iconográfica)
El enlutado tiene clavados en el fuego
los ojos largo rato; se los enjuga luego
con un pañuelo blanco. ¿Por qué le hará llorar
el son de la marmita, el ascua del hogar? (XXI. Al maestro “Azorin” por su libro Castilla)
Pero esa pregunta se la hace él, no el enlutado. Porque él es consciente de sus recuerdos, los que tiene y los que adquirirá para después perder. Él es la viuda de su pensamiento.
En el cenit, la luna, y en la torre,
la esfera del reloj iluminada.
Yo en este viejo pueblo paseando
solo, como un fantasma. (XV. Noche de verano)
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar. (XXIII. Señor, ya me arrancaste lo que…)
Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo. (XXV. Allá en las tierras altas)
Alguien dirá: ¿Qué dejaste?
Yo pregunto: ¿Qué llevaste
al mundo donde hoy estás? (XXXVIII.Llanto de las virtudes y …)
El demonio de mis sueños
ríe con sus labios rojos,
sus negros y vivos ojos,
sus dientes finos, pequeños. (XLIII. Mi bufón)
Y tiende a escapar, a escapar haciendo camino, que es el menor de los escapes.
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino:
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.(XLI. “XXIX”- Proverbios y cantares)
Yo, para todo viaje
—siempre sobre la madera
de mi vagón de tercera—,
voy ligero de equipaje. (XIV. El tren)
Tren: camina, silba, humea,
acarrea
tu ejército de vagones,
ajetrea
maletas y corazones.
Soledad,
sequedad.
Tan pobre me estoy quedando,
que ya ni siquiera estoy
conmigo, ni sé si voy
conmigo a solas viajando. (XXXI. Otro viaje)
En contraposición a su sentir, en oposición al sentir del adusto castellano, está el pensamiento burgués:
El vacuo ayer dará un mañana huero.
Como la náusea de un borracho ahíto
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito; (XL. El mañana efímero)
El recuerdo en la ciudad, en la sociedad, solo dará podredumbre. Es peor que la muerte que lo quita, pues lo mantiene corrompido y sin esperanza de solución. El hombre es hombre en cuanto a su condición cultural, en cuanto a los recuerdos adquiridos, enseñados y aprehendidos.
Lejos, los montes duermen
envueltos en la niebla,
niebla de otoño, maternal; descansan
las rudas moles de su ser de piedra (XXII. Caminos)
Está la tierra mojada
por las gotas del rocío,
y la alameda dorada,
hacia la curva del río. (XIII. Amanecer de otoño)
Y pienso: Primavera, como un escalofrío
irá a cruzar el alto solar del romancero,
ya verdearán de chopos las márgenes del río.
¿Dará sus verdes hojas el olmo aquel del Duero? (XX. Recuerdos)
¿Tienen los viejos olmos
algunas hojas nuevas?
Aun las acacias estarán desnudas
y nevados los montes de las sierras. (XXX. A José María Palacio)
Y dan hojas verdes, y aunque le olmo esté muerto, seguirá dando vida:
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas. (XIX. A un olmo seco)
El canto de Antonio Machado es bellísimo, una loa a la dignidad, a unos recuerdos telúricos firmes y audaces, valientes y adustos. Los recuerdos en el poeta son la vida. Los recuerdos de vida y muerte de la tierra castellana son antiguos como el hombre: son el hombre.
Mientras que llenándoos va
el hacha de calvijares,
¿nadie cantaros sabrá,
encinares? […]
En tu copa ancha y redonda
nada brilla,
ni tu verdioscura fronda
ni tu flor verdiamarilla.
Nada es lindo ni arrogante
en tu porte, ni guerrero,
nada fiero
que aderece tu talante.
Brotas derecha o torcida
con esa humildad que cede
sólo a la ley de la vida,
que es vivir como se puede. (VII. Las encinas)
Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse.(XLI. “I”- Proverbios y cantares)
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una. (I. Retrato)
Antonio quiere vislumbrar lo auténtico. Su respetado Unamuno haría un poema a los grillos que habitaban en su cabeza (grillos idealistas, que no hueros), pero Antonio es real, sus ojos llenos de sentido común escrutan lo aparente; y si no existe lo aparente, mejor.
Filósofos nutridos de sopa de convento
contemplan impasibles el amplio firmamento; (II. A orillas del Duero)
Un poco labrador, del cielo aguarda
y al cielo teme; alguna vez suspira,
pensando en su olivar, y al cielo mira
con ojo inquieto, si la lluvia tarda. (XXXVI. Del pasado efímero)
Qué carácter, qué apego a la tierra. Leyendo a Machado uno entiende que el verdadero idealismo parte del realismo más austero. Y sin embargo es comprensivo, los matices se le escapan. Unamuno hizo de sus contradicciones puras verdades (o mentiras), filosofías a fin de cuentas; Machado canta las suyas, y critica ese sentido común del que él, en resumidas cuentas, se aleja, pues con los pies en la tierra es capaz de ver, aunque lo dude en ocasiones. Él se aleja de esa cordura porque es capaz de doblarse, de amoldarse, de pensar, de soñar…
No fue por una trágica amargura
esta alma errante desgajada y rota;
purga un pecado ajeno: la cordura,
la terrible cordura del idiota. (X. Un loco)
¡Ojos que a la luz se abrieron
un día para, después,
ciegos tornar a la tierra,
hartos de mirar sin ver! (XLI. “XII”- Proverbios y cantares)
Ayer soñé que veía
a Dios y que a Dios hablaba;
y soñé que Dios me oía…
Después soñé que soñaba. (XLI. “XXI”- Proverbios y cantares)
¡Oh!, sí, conmigo vais, campos de Soria,
tardes tranquilas, montes de violeta,
alamedas del río, verde sueño
del suelo gris y de la parda tierra, (XVII. Campos de Soria)
¿Eres tú, Guadarrama, viejo amigo,
la sierra gris y blanca,
la sierra de mis tardes madrileñas
que yo veía en el azul pintada? (VIII. ¿Eres tú, Guadarrama, viejo amigo)
Los colores de Antonio son pardos que tornan verdes, amarillos y dorados, grises esperando su azul. En ese punto, entre la vida y la muerte, vela los caminos, ve la tierra castellana acunada por la Madre Tierra.
¿No beberán un día en vuestros senos
los que mañana labrarán la tierra?
¡Oh, celebrad este domingo claro,
madrecitas en flor, vuestras entrañas nuevas! (XVI. Pascua de Resurrección)
Castilla, esa tierra hecha tópico por Machado, esa tierra que muestra su belleza en su rudeza, su finura en su carácter recio. Tan próxima en sus sueños a la muerte por un lado, a la vida por el otro, en una orgía de sangre y semen, de cuchillos y semillas.
¡Castilla varonil, adusta tierra;
Castilla del desdén contra la suerte,
Castilla del dolor y de la guerra,
tierra inmortal, Castilla de la muerte! (VI. Orillas del Duero)
Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
—no fue por estos campos el bíblico jardín—;
son tierras para el águila, un trozo de planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín. (III. Por tierras de España)
Un año más. El sembrador va echando
la semilla en los surcos de la tierra.
Dos lentas yuntas aran,
mientras pasan las nubes cenicientas (XXXIV. Noviembre 1913)
Castellanos a la tierra atados, dependientes de los caprichos de lo externo: la divinidad ancestral de la naturaleza.
¡Señor, por quien arranco el pan con pena,
sé tu poder, conozco mi cadena!
¡Oh dueño de la nube del estío
que la campiña arrasa,
del seco otoño, del helar tardío
y del bochorno que la mies abrasa! (V. El Dios ibero)
Pero dentro de esas ataduras hay vida, hay esperanza. Hay sueños.
Érase de un marinero
que hizo un jardín junto al mar,
y se metió a jardinero.
Estaba el jardín en flor,
y el jardinero se fue
por esos mares de Dios. (XLII. Parábolas)
¡Eran tu voz y tu mano,
en sueños, tan verdaderas!…
Vive, esperanza, ¡quién sabe
lo que se traga la tierra! (XXVI. Soñé que tú me llevabas)
Late, corazón… No todo
se lo ha tragado la tierra. (XXIV. Dice la esperanza: un día…)
Lluvia y sol. Ya se oscurece
el campo, ya se ilumina;
allí un cerro desparece,
allá surge una colina. (IX. En abril, las aguas mil)
El ánimo del autor es como el sesgo del arador, firme; el sentir del poeta es como la sementera del sembrador, fértil en origen; las sensaciones, las percepciones y el pensamiento de Machado son como el tiempo, ese período que se sabe cíclico pero expuesto a cambios aleatorios. La predicción del creador es como la del campesino castellano, sabio en la causa-efecto, harto ya de mirar al cielo dependiente del suelo.
Mientras el sol de enero su débil luz envía,
su triste luz velada sobre los campos yermos,
a un ventanuco asoman, al declinar el día,
algunos rostros pálidos, atónitos y enfermos, (IV. El hospicio)
La tierra da lo suyo; el sol trabaja;
el hombre es para el suelo:
genera, siembra y labra
y su fatiga unce la tierra al cielo. (XXXVII. Los olivos)
Pero ¿tu hora es la mía?
¿Tu tiempo, reloj, el mío? (XXXIII. Poema de un día)
La naturaleza de la muerte:
Quiso heredar. ¡Oh guindos y nogales
del huerto familiar verde y sombrío,
y doradas espigas candeales
que colmarán las trojes del estío!
Y se acordó del hacha que pendía
en el muro, luciente y afilada;
el hacha fuerte que la leña hacía
de la rama de roble cercenada. (XII. Un criminal)
La codicia de los campos
ve tras la muerte la herencia;
no goza de lo que tiene
por ansia de lo que espera. (XVIII. La tierra de Alvargonzález (cuento-leyenda) (poema))
La naturaleza de la vida:
y piensa el alma en una mariposa,
atlas del mundo, y sueña. […]
con este dulce soplo
que triunfa de la muerte y de la piedra, (XXVIII. Al borrarse la nieve, se alejaron)
Mariposa, soplo, alma…: todo ello significa en griego psique. Ese soplo, que no es otro que el último hálito de vida, se sobrepone y vence a la muerte.
las almas huyen para dar canciones:
alma es distancia y horizonte: ausencia. (XXXII. Adiós)
Pero el ciclo vital pende de finos hilos, esa ausencia es ausencia de recuerdo. La materia, en términos aristotélicos, vuelve, pero no así la forma, amoldada por nuestros sentimientos.
con unos dedos muy finos,
algo muy tenue rompió. (XXVII. Una noche de verano)
mas falta el hilo que el recuerdo anuda
al corazón, el ancla en su ribera,
o estas memorias no son alma. Tienen,
en sus abigarradas vestimentas,
señal de ser despojos del recuerdo,
la carga bruta que el recuerdo lleva. (XXIX. En estos campos de la tierra mía)
Este ciclo vital es distinto en el poeta que el que ve en las tierras de Castilla, el cual admira por eso mismo. El castellano, en su entera adustez, siempre se sobrepone, pues sus campos ni son propicios para lujos ni para recuerdos. Machado ve en esos ojos la resignación ante lo que vendrá y el olvido de lo sucedido.
Mientras la boca sonreír parece,
los ojos perspicaces,
que un ceño pensativo empequeñece,
miran y ven, profundos y tenaces. (XI. Fantasía iconográfica)
El enlutado tiene clavados en el fuego
los ojos largo rato; se los enjuga luego
con un pañuelo blanco. ¿Por qué le hará llorar
el son de la marmita, el ascua del hogar? (XXI. Al maestro “Azorin” por su libro Castilla)
Pero esa pregunta se la hace él, no el enlutado. Porque él es consciente de sus recuerdos, los que tiene y los que adquirirá para después perder. Él es la viuda de su pensamiento.
En el cenit, la luna, y en la torre,
la esfera del reloj iluminada.
Yo en este viejo pueblo paseando
solo, como un fantasma. (XV. Noche de verano)
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar. (XXIII. Señor, ya me arrancaste lo que…)
Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo. (XXV. Allá en las tierras altas)
Alguien dirá: ¿Qué dejaste?
Yo pregunto: ¿Qué llevaste
al mundo donde hoy estás? (XXXVIII.Llanto de las virtudes y …)
El demonio de mis sueños
ríe con sus labios rojos,
sus negros y vivos ojos,
sus dientes finos, pequeños. (XLIII. Mi bufón)
Y tiende a escapar, a escapar haciendo camino, que es el menor de los escapes.
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino:
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.(XLI. “XXIX”- Proverbios y cantares)
Yo, para todo viaje
—siempre sobre la madera
de mi vagón de tercera—,
voy ligero de equipaje. (XIV. El tren)
Tren: camina, silba, humea,
acarrea
tu ejército de vagones,
ajetrea
maletas y corazones.
Soledad,
sequedad.
Tan pobre me estoy quedando,
que ya ni siquiera estoy
conmigo, ni sé si voy
conmigo a solas viajando. (XXXI. Otro viaje)
En contraposición a su sentir, en oposición al sentir del adusto castellano, está el pensamiento burgués:
El vacuo ayer dará un mañana huero.
Como la náusea de un borracho ahíto
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito; (XL. El mañana efímero)
El recuerdo en la ciudad, en la sociedad, solo dará podredumbre. Es peor que la muerte que lo quita, pues lo mantiene corrompido y sin esperanza de solución. El hombre es hombre en cuanto a su condición cultural, en cuanto a los recuerdos adquiridos, enseñados y aprehendidos.
Lejos, los montes duermen
envueltos en la niebla,
niebla de otoño, maternal; descansan
las rudas moles de su ser de piedra (XXII. Caminos)
Está la tierra mojada
por las gotas del rocío,
y la alameda dorada,
hacia la curva del río. (XIII. Amanecer de otoño)
Y pienso: Primavera, como un escalofrío
irá a cruzar el alto solar del romancero,
ya verdearán de chopos las márgenes del río.
¿Dará sus verdes hojas el olmo aquel del Duero? (XX. Recuerdos)
¿Tienen los viejos olmos
algunas hojas nuevas?
Aun las acacias estarán desnudas
y nevados los montes de las sierras. (XXX. A José María Palacio)
Y dan hojas verdes, y aunque le olmo esté muerto, seguirá dando vida:
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas. (XIX. A un olmo seco)
El canto de Antonio Machado es bellísimo, una loa a la dignidad, a unos recuerdos telúricos firmes y audaces, valientes y adustos. Los recuerdos en el poeta son la vida. Los recuerdos de vida y muerte de la tierra castellana son antiguos como el hombre: son el hombre.
Mientras que llenándoos va
el hacha de calvijares,
¿nadie cantaros sabrá,
encinares? […]
En tu copa ancha y redonda
nada brilla,
ni tu verdioscura fronda
ni tu flor verdiamarilla.
Nada es lindo ni arrogante
en tu porte, ni guerrero,
nada fiero
que aderece tu talante.
Brotas derecha o torcida
con esa humildad que cede
sólo a la ley de la vida,
que es vivir como se puede. (VII. Las encinas)
Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse.(XLI. “I”- Proverbios y cantares)
Re: ANTONIO MACHADO RECORDANDO
exelente el haber trido aca este tema gracias
tito
tito
tito- Forista Habitual
-
Cantidad de envíos : 152
Edad : 56
Localización : españa
Humor : cubano
Efectividad de Comentarios y Análisis : 10
Puntos : 29653
Fecha de inscripción : 27/02/2009
Re: ANTONIO MACHADO RECORDANDO
Muchas gracias Enrique muy interesante este hilo, luego regreso y comenta mas con tiempo. Saludos cordiales,
El Compañero- Admin/Fundador de Cuba Debate
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Cantidad de envíos : 7156
Localización : Donde mora la libertad, allí está mi patria
Empleo /Ocio : Debatir/Intercambiar ideas sobre temas cubanos e internacionales
Humor : Cubano
Efectividad de Comentarios y Análisis : 85
Puntos : 57662
Fecha de inscripción : 17/06/2008
Re: ANTONIO MACHADO RECORDANDO
Guerra de amor
El tiempo que la barba me platea
cavó mis ojos y agrandó mi frente,
va siendo en mí recuerdo transparente,
y mientras más el fondo, más clarea.
Miedo infantil, amor adolescente,
¡cuánto esta luz de otoño os hermosea!,
¡agrios caminos de la vida fea,
que también os doráis al sol poniente!
¡Cómo en la fuente donde el agua mora
resalta en piedra una leyenda escrita:
el ábaco del tiempo falta una hora!
¡Y cómo aquella ausencia en una cita,
bajo las olmas que noviembre dora,
del fondo de mi historia resucita!
Definitivamente, es maravilloso Machado. Muy buen tema!
El tiempo que la barba me platea
cavó mis ojos y agrandó mi frente,
va siendo en mí recuerdo transparente,
y mientras más el fondo, más clarea.
Miedo infantil, amor adolescente,
¡cuánto esta luz de otoño os hermosea!,
¡agrios caminos de la vida fea,
que también os doráis al sol poniente!
¡Cómo en la fuente donde el agua mora
resalta en piedra una leyenda escrita:
el ábaco del tiempo falta una hora!
¡Y cómo aquella ausencia en una cita,
bajo las olmas que noviembre dora,
del fondo de mi historia resucita!
Definitivamente, es maravilloso Machado. Muy buen tema!
Mayra- Co-Fundadora de Cuba Debate/Moderadora
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Cantidad de envíos : 2485
Efectividad de Comentarios y Análisis : 10
Puntos : 35138
Fecha de inscripción : 17/06/2008
Re: ANTONIO MACHADO RECORDANDO
BIEN BONITO EL POEMA MAIRA , ME RECUERDA ALGUIEN EN MI CUBA , Y DE MATANZAS , AUNQUE YO SOY DE CIENFUEGO GRASIAS
Re: ANTONIO MACHADO RECORDANDO
Mayra bienvenida de nuevo!!
Se te extraño muchisimo por aqui.
Espero las cosas te vayan perfectas.
Besos
Se te extraño muchisimo por aqui.
Espero las cosas te vayan perfectas.
Besos
lara- Colectivo del Amor y la Amistad
-
Cantidad de envíos : 1119
Edad : 33
Localización : Madrid
Efectividad de Comentarios y Análisis : 10
Puntos : 31057
Fecha de inscripción : 18/06/2008
Re: ANTONIO MACHADO RECORDANDO
Hola Larita, me alegro muchisimo de saber de ti,... Bueno he tenido dias demasiado ocupados yo diria , y problemas familiares, pero gracias a Dios, parece que ya amanece!
Un beso
Un beso
Mayra- Co-Fundadora de Cuba Debate/Moderadora
-
Cantidad de envíos : 2485
Efectividad de Comentarios y Análisis : 10
Puntos : 35138
Fecha de inscripción : 17/06/2008
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