Una lágrima al galope.
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Una lágrima al galope.
Al principio de este presidio al otro lado de la reja, pensé cual iluso que estaba salvado, que era un hombre libre. Los años, el pasar de los minutos trocados en siglos por la alquimia de la lejanía, me han convencido que tras la salida de la patria no me convertí en un hombre libre, quizás pueda aseverar que disfruto de la libertad de otros, pero no soy más que un preso. Un reo viviendo una realidad literalmente virtual, porque en la esencia del sentimiento más profundo del ser humano, ningún hombre es conceptualmente libre si la tierra donde nació es esclava.
No he hecho más que transplantar mi corazón a otra tierra, los corazones florecen y se inflaman en tierras libres pero no deben pretender echar raíces en los fértiles campos de acogida. Los corazones deben nutrirse de libertad para dar sus mejores frutos a la patria que les vió nacer y como voto de respeto, nutrir con su savia enriquecida al entrañable terruño, esquilmado de valores por los paladines de la sinrazón y el desprecio a los más elementales derechos del hombre.
¿Qué razón puede impulsar a un hombre a morir?. Indudablemente las respuestas son disímiles, pero en la esencia del hombre que madura su intelecto, que cultiva las razones más sencillas de esta breve paseo por un segundo de la historia que llamamos vida, hay una razón elemental para el sacrificio. Considero con absoluta certeza que una razón muy comprometedora, limpia y honesta por la que morir es el derecho a la posesión de algo tan sencillo como un hogar, esa idea espiritual de tener un sitio al que regresar, la posibilidad de sentar a los hijos a la mesa los domingos y decirse a sí mismo: Tienen un pedazo de tierra, tienen una historia propia, tienen una razón para vivir y esta es en sí misma una buena razón para morir.
Es cierto, como señalara el Maestro, que antes de morir esclavo es lícito hacerlo sin patria pero sin amo, pero este verso sólo roza la verdadera intención de todo cubano con la tierra natal clavada a su pensar, queremos morir sin amo, pero cubriendo nuestros despojos con la tierra que nos vió nacer. El enorme error conceptual de los seguidores de la línea castrista es considerar que quién va al exilio se aleja de la patria, como si con cada hijo que parte les quedara más patria que atesorar en sus excluyentes y pútridas arcas filosóficas. El cubano que emigra se lleva a la patria consigo, la amamanta, la mima, la venera y no ceja en el empeño del cultivo más cuidadoso como si de una rosa se tratara, con un único fin, volver a ella con el corazón listo para la entrega a la causa más noble, la libertad de los demás. No hay cubano más patriota que el que camina por las veredas inhóspitas del exilio, muchos dirán que viven mejor, que han rehecho sus vidas, que les anegaron el corazón con odios verdeolivos y rehusan hablar de su tierra, los comprendo, les doy una parte de razón pero lo hago con la absoluta certeza de que alguna que otra noche, cuando nadie les ve, cuando los titulares de este mundo convulso dejan libres a sus retinas, en ese supremo momento de soledad una lágrima cabalga por sus mejillas al galope, una lágrima que toca a degüello aniquilando razones, compromisos y olvidos, y esa lágrima se llama Cuba.
Los hombres del exilio han tenido que aprender bajo circunstancias muy difíciles, por un lado han hecho frente a un mundo desarrollado engalanado de oropeles, disuasorio de sus ideas de un regreso a una Patria libre y por el otro han tenido frente a sí al estigma de una tierra subyugada por una filosofía cuyo eje es un ser abyecto, impropio de comparar con Mefistófeles para no dañar colateralmente al demonio, que es Fidel Castro Ruz. La empresa de mantener una idea de cohesión, del abrazo de miles fundido en uno solo ha tenido que soportar los embates de las miserias humanas, afanes de protagonismo, de riquezas, hasta la traición del hermano que cede a la presión del más fuerte, pero la semilla está ahí, germinando y brotando como un débil retoño a la vista de todos en los corazones de los cubanos buenos. La tiranía castrista y sus redes de inteligencia, los infiltrados y toda su camada de lacayos contemplan estupefactos a un exilio que no solo no calla, hay un exilio que se organiza y lo hace de espaldas a la traición, a la riqueza, al deshonor y hay una razón poderosa que los mueve, se saben poseedores del derecho a ser libres.
La dictadura se aferra a un ejército poderoso y al contubernio de los gobiernos amigos de los que no excluyo ni a su más cacareado enemigo, pero una llama débil pero con evidentes intenciones de crecer se aprecia en toda una generación de cubanos que están dispuestos a darlo todo por una patria libre y sin enmiendas a una Constitución que se erija en mausoleo de los derechos de todos. La dictadura tiene los días contados, aun cuando algunos la vean con aires de salud, la mentira con la que han forjado el pedestal de este gigante de barro se desmorona, no hace falta para ello más que ver los últimos acontecimientos de América Latina, donde sale a la luz la asqueante realidad de los corruptos gobiernos de aquellos que para disfrazarse de bienhechores progresistas no hacen otra cosa que bautizarse como izquierdistas. Lejos de la izquierda están los que subyugan a los pueblos, lejos de la izquierda están los que hurtan derechos a punta de bayoneta, lejos de la izquierda están los populistas que impulsados por ambiciones personales hablan de patrias, convirtiéndolas con el hedor de sus bocas en meretrices de ocasión sean rojas o verdeolivo.
La idea está comenzando a nacer, estamos asistiendo al verdadero parto de una nación en la mente de muchos cubanos dispuestos a pagar el precio de ser libres, los que han roto las cadenas del miedo, los que se han revelado en defensores de nuestros derechos a pecho descubierto en diferentes ciudades de este mundo lo saben y los que predican que los tiempos de exigir con el machete si es necesario han pasado, que no teman, que no arriesguen absolutamente nada porque los sueños de libertad no germinan en los que practican la usura con sus propios corazones.
No nos comprenden, no entienden ni dentro ni fuera, que no necesitamos a nadie para la pelea, porque basta con que un puñado de hombres quieran hacer un patria libre, para que desde ese mismo instante el sueño caiga por su propio peso dentro del marco de lo posible.
¡Viva Cuba Libre!
R. Muñoz.
No he hecho más que transplantar mi corazón a otra tierra, los corazones florecen y se inflaman en tierras libres pero no deben pretender echar raíces en los fértiles campos de acogida. Los corazones deben nutrirse de libertad para dar sus mejores frutos a la patria que les vió nacer y como voto de respeto, nutrir con su savia enriquecida al entrañable terruño, esquilmado de valores por los paladines de la sinrazón y el desprecio a los más elementales derechos del hombre.
¿Qué razón puede impulsar a un hombre a morir?. Indudablemente las respuestas son disímiles, pero en la esencia del hombre que madura su intelecto, que cultiva las razones más sencillas de esta breve paseo por un segundo de la historia que llamamos vida, hay una razón elemental para el sacrificio. Considero con absoluta certeza que una razón muy comprometedora, limpia y honesta por la que morir es el derecho a la posesión de algo tan sencillo como un hogar, esa idea espiritual de tener un sitio al que regresar, la posibilidad de sentar a los hijos a la mesa los domingos y decirse a sí mismo: Tienen un pedazo de tierra, tienen una historia propia, tienen una razón para vivir y esta es en sí misma una buena razón para morir.
Es cierto, como señalara el Maestro, que antes de morir esclavo es lícito hacerlo sin patria pero sin amo, pero este verso sólo roza la verdadera intención de todo cubano con la tierra natal clavada a su pensar, queremos morir sin amo, pero cubriendo nuestros despojos con la tierra que nos vió nacer. El enorme error conceptual de los seguidores de la línea castrista es considerar que quién va al exilio se aleja de la patria, como si con cada hijo que parte les quedara más patria que atesorar en sus excluyentes y pútridas arcas filosóficas. El cubano que emigra se lleva a la patria consigo, la amamanta, la mima, la venera y no ceja en el empeño del cultivo más cuidadoso como si de una rosa se tratara, con un único fin, volver a ella con el corazón listo para la entrega a la causa más noble, la libertad de los demás. No hay cubano más patriota que el que camina por las veredas inhóspitas del exilio, muchos dirán que viven mejor, que han rehecho sus vidas, que les anegaron el corazón con odios verdeolivos y rehusan hablar de su tierra, los comprendo, les doy una parte de razón pero lo hago con la absoluta certeza de que alguna que otra noche, cuando nadie les ve, cuando los titulares de este mundo convulso dejan libres a sus retinas, en ese supremo momento de soledad una lágrima cabalga por sus mejillas al galope, una lágrima que toca a degüello aniquilando razones, compromisos y olvidos, y esa lágrima se llama Cuba.
Los hombres del exilio han tenido que aprender bajo circunstancias muy difíciles, por un lado han hecho frente a un mundo desarrollado engalanado de oropeles, disuasorio de sus ideas de un regreso a una Patria libre y por el otro han tenido frente a sí al estigma de una tierra subyugada por una filosofía cuyo eje es un ser abyecto, impropio de comparar con Mefistófeles para no dañar colateralmente al demonio, que es Fidel Castro Ruz. La empresa de mantener una idea de cohesión, del abrazo de miles fundido en uno solo ha tenido que soportar los embates de las miserias humanas, afanes de protagonismo, de riquezas, hasta la traición del hermano que cede a la presión del más fuerte, pero la semilla está ahí, germinando y brotando como un débil retoño a la vista de todos en los corazones de los cubanos buenos. La tiranía castrista y sus redes de inteligencia, los infiltrados y toda su camada de lacayos contemplan estupefactos a un exilio que no solo no calla, hay un exilio que se organiza y lo hace de espaldas a la traición, a la riqueza, al deshonor y hay una razón poderosa que los mueve, se saben poseedores del derecho a ser libres.
La dictadura se aferra a un ejército poderoso y al contubernio de los gobiernos amigos de los que no excluyo ni a su más cacareado enemigo, pero una llama débil pero con evidentes intenciones de crecer se aprecia en toda una generación de cubanos que están dispuestos a darlo todo por una patria libre y sin enmiendas a una Constitución que se erija en mausoleo de los derechos de todos. La dictadura tiene los días contados, aun cuando algunos la vean con aires de salud, la mentira con la que han forjado el pedestal de este gigante de barro se desmorona, no hace falta para ello más que ver los últimos acontecimientos de América Latina, donde sale a la luz la asqueante realidad de los corruptos gobiernos de aquellos que para disfrazarse de bienhechores progresistas no hacen otra cosa que bautizarse como izquierdistas. Lejos de la izquierda están los que subyugan a los pueblos, lejos de la izquierda están los que hurtan derechos a punta de bayoneta, lejos de la izquierda están los populistas que impulsados por ambiciones personales hablan de patrias, convirtiéndolas con el hedor de sus bocas en meretrices de ocasión sean rojas o verdeolivo.
La idea está comenzando a nacer, estamos asistiendo al verdadero parto de una nación en la mente de muchos cubanos dispuestos a pagar el precio de ser libres, los que han roto las cadenas del miedo, los que se han revelado en defensores de nuestros derechos a pecho descubierto en diferentes ciudades de este mundo lo saben y los que predican que los tiempos de exigir con el machete si es necesario han pasado, que no teman, que no arriesguen absolutamente nada porque los sueños de libertad no germinan en los que practican la usura con sus propios corazones.
No nos comprenden, no entienden ni dentro ni fuera, que no necesitamos a nadie para la pelea, porque basta con que un puñado de hombres quieran hacer un patria libre, para que desde ese mismo instante el sueño caiga por su propio peso dentro del marco de lo posible.
¡Viva Cuba Libre!
R. Muñoz.
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