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Horadando el muro.

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Horadando el muro. Empty Horadando el muro.

Mensaje por Patrio Dom Feb 08, 2009 7:14 am


A un padre le pueden desterrar, maniatar, torturar, privarle de la libertad o ejecutarle, pero los expertos al servicio de los tiranos no han logrado desarrollar un arma capaz de anular la imaginación de sus víctimas. Noche tras noche, los barrotes de las celdas de nuestros presos políticos son incapaces de retener los miles de pensamientos paternos que se deslizan en silencio junto a ellos y vuelan a la luz de la luna hasta lllegar a su amado destino, las mejillas de los hijos. Las celdas de castigo, las terribles "tapiadas" concebidas para ejercer de tumbas para hombres tan vivos como sus sueños de libertad, se convierten en el único sitio digno de las prisiones, porque hasta el frío concreto se ennoblece cuando encierran la idea de una patria libre. A veces, en medio de la madrugada estos minúsculos y lóbregos espacios se iluminan, porque en ellos un padre aterido por la gelidez de las paredes, despliega la imaginación y piensa en sus hijos, les besa, les abraza y hasta les habla. Los custodios del tirano, émulos de verdugos de plazas parisinas de antaño, se esfuerzan en flagelar y zaherir con sus lenguas a maneras de badanas a los cautivos pero en la paz de las madrugadas, a salvo de gritos y con el espanto a oscuras, los penados rompen los grilletes con pensamientos de padres dignos. Es a estas horas donde las celdas se transforman en urnas, porque en ellas se gestan sentimientos paternos, engalanando con la nobleza de las almas el inmundo espacio de los panteones repletos de barrotes.
Hay muchos padres presos, unos por rejas y otros por la distancia, por esa cruel añoranza por el abrazo al hijo de la que solo conoce en su justa dimensión, el padre que languidece en el exilio. Estos seres alejados de la camada en suelo patrio, impelidos las más de las veces por la hambruna de los vástagos a conquistar un futuro para su prole en tierras lejanas, sufre los barrotes de una nostalgia incrustada a su costado. El sueño por la caricia al hijo, le inunda de placer pero le desgarra las entrañas, porque no hay destino más ansiado para la mejor caricia que la mejilla del hijo lejano.
Algún día, cuando la libertad camine con soltura otra vez sobre Cuba, habrá de erigirse un óbelo monumental al amor paternal, pues la tiranía que sufre el país desde hace diez lustros ha entronizado el desarraigo familiar en lo alto de su pirámide de terror social. Cada segundo los cielos de Cuba son surcados por besos, abrazos y frases de amor filial que a despecho de una política restrictiva a la unión familiar, mantiene unidos a muchos cubanos. La ideología comunista ha obviado un detalle cardinal y son las profundas raíces familiares del nativo, pero su más rotundo fracaso ha sido el pretender robar las infancias de sus hijos a miles de padres en el exilio. Durante años, las aduanas cubanas esquilmaban a los que abandonaban la isla cárcel hasta la saciedad, y de esto hay relatos que recuerdan la rutina diaria del nacional socialismo de Hitler. Atravesar una aduana cubana era enfrentar una oleada de vejamen verdeolivo, sólo soportable por la libertad soñada tras la frontera. Los vigilantes atracaban sin miramientos a los que buscaban la libertad del exilio y no escapaban al asalto fotos familiares ni anillos matrimoniales, pero cuán lejos estaban los verdugos del sátrapa de saber que jamás podrían arrebatar de los corazones de sus víctimas, la caricia al hijo, la bendición de una madre ni el beso a la amada esposa.
La tiranía castrista enarbola una bandera ideológica que a los ojos de los hombres buenos, no es más que una pancarta a la barbarie y es el archiconocido caso del niño balsero, Elián González. Tal vez por la tendencia a convertir el rating en su motivo cardinal, las agencias noticiosas se hacen eco de una parte de este caso abocada al encontronazo político, pero la porción afectiva es obviada en su totalidad: una madre cuyos huesos descansan en El Estrecho de La Florida por intentar hacer crecer a su hijo en tierras donde mora la libertad. Es sencillamente espantoso y aun hoy la propaganda del tirano iza a modo de estandarte detalles de la vida del hoy joven comunista Elián, pero no existe fusil capaz de abatir, por ejemplo, un Día de las Madres o ese breve sueño del joven con un ángel que le acaricia la frente, no existe arma capaz de alcanzar el espectro de una madre en busca del hijo lejano. No puedo evitar pensar en esa joven ni en su último pensamiento hacia el hijo amado mientras le tragaban las insondables aguas del mar. Es horrible, pero el amor maniatado por el sensacionalismo de esta historia un día escapará de sus captores y se hará justicia a quien verdaderamente la merece, la madre cubana.
Miles de cubanos del exilio han sido padres a través de teléfonos, vídeos, cartas, poemas y cuantos medios han tenido a su alcance y esto les hace inmensos. Han horadado con amor el grueso muro de una ideología que convierte a miles de familias en rehenes, que trueca en objetos de un lucrativo negocio el amor de sus ciudadanos. El emperador del odio no ha triunfado en el propósito de convertir al cubano en un ser tan perverso como él, porque no hay mejor ejemplo de desarraigo afectivo familiar, que el propio entorno del dictador Fidel Castro. La historia de los últimos cincuenta años ha sido pródiga en miles de ejemplificantes sacrificios familiares, ningún otro pueblo ha sufrido el embate de una ideología que promulga la fidelidad al régimen a costa de la fragmentación familiar. Una sociedad carente de valores primarios y elementales ha engendrado lo que hoy se aprecia a todos los niveles de la sociedad cubana, el desarraigo y la desidia.
Pese a este terreno hostil a la unión de los ciudadanos, día a día la familia cubana lucha por sobrevivir en espera por el gobierno democrático que restituya los valores reales de la sociedad. Por esta idea languidecen en las cárceles del castrismo cientos de presos de conciencia y por ello, en el exilio sufren la separación de sus familias miles de cubanos. Cada cubano debe interiorizar que hasta el amor puede ser un arma de lucha contra la tiranía, porque a pesar de los obstáculos, a pesar de la distancia, hemos sabido ser padres y convertir a nuestros hijos en buenos ciudadanos.
Por ello, cuando escribo estas líneas mi pensamiento vuela hacia una calles de Cuba, donde mi hijo juega con otros cuyos padres viven en Miami, en Montreal, en Luanda, en Ciudad del Cabo y en otras ciudades del mundo y sonrío, porque están lejos a causa de la desastrosa tiranía, pero crecen sabiendo que a miles de kilómetros sus padres labran de alguna manera una Cuba nueva, donde la libertad y la democracia permitan que la familia cubana crezca unida, donde los besos no tengan que atravesar mares y continentes para llegar a las mejillas de los hijos.
Un abrazo para todos los padres cubanos
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Patrio
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