Los hombres matan, nosotros no.
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Los hombres matan, nosotros no.
"Todos los hombres matan lo que aman... Unos matan su amor cuando son jóvenes y otros cuando son viejos; unos lo ahogan con manos de lujuria, otros con manos de oro... Unos aman muy poco, otros demasiado; algunos venden y otros compran; unos dan muerte con muchas lágrimas y otros sin un suspiro; pero aunque todos los hombres matan lo que aman, no todos deben morir por ello". Esta magistral definición de la naturaleza tan compleja del ser humano forma parte de una balada escrita por Oscar Wilde, tras dejar la cárcel de Reading, Gran Bretaña. Cuanta verdad y certeza encerradas en estas líneas y cuanta consonancia con nuestra realidad.
La guerra y el odio van unidos al hombre de forma tan estrecha como lo hacen el amor y la pasión. Basta un detonante, el chispazo de la adversidad y el hombre se transforma en un ser oscuro, capaz del más brutal acto de barbarie. A veces siento verguenza de mi condición humana, sólo esos destellos en la oscuridad de nuestros días producidos por algunos hombres de corazón noble, me hacen abrazarme como si de una tabla de salvación se tratara, a que la libertad, el bien, el derecho a disfrutar de la familia unida es posible. Mi patria merece la paz y no la guerra.
El mundo ha vivido y vive guerras dantescas ante sus ojos, sin duda alguna la tierra que pisamos debe sentir un verdadero espanto por la especie a la que ha dado cobijo. El holocausto judío, las masacres de Bosnia Herzegovina, Sudán, por sólo mencionar algunas guerras de exterminio con enormes cifras de civiles masacrados son ejemplos contémporaneos de la parte oscura de esa especie que nos atrevemos a denominar como Humanidad. Sería lícito refugiarse en la ignorancia más profunda, desdeñar cualquier tratado de historia para sentir algo de paz interior y no sonrojarse al conocer que uno es un homo sapiens. Nos preocupamos incluso por preservar para la educación de nuestros hijos el nombre de los guerreros que abonaron la tierra con la sangre de cientos de miles de seres en nombre de conceptos tan irrisorios como orgullo nacional o el salvaguardar los valores religiosos.
La terquedad de algunos que viven verdaderos calvarios en pos de una sociedad mejor con una lucha marcada por la paz, es lo que mantiene viva la llama de la confianza en un futuro mejor para los hombres y en ello creo. Me aferro al grito, a la protesta, a la denuncia ante lo más execrable del alma humana como la represión de nuestro pueblo, pero reservando un espacio de bondad, de convivencia pacífica, de respeto al derecho a la vida como la base elemental de la futura libertad que pretendo para mi país de origen. Solo desterrando de nuestro proceder la venganza, la sed de juzgar vestidos con la toga del odio a los vencidos se logra marcar la diferencia entre nuestra verdad y la sinrazón que prospera sobre nuestra tierra madre. Se vive con gusto la vida cuando las manos destinadas para proporcionar los alimentos a nuestra familia, para acariciar las frentes de nuestros vástagos brillen libres del estigma de la sangre innecesaria; las causas nobles aun cuando sólo se logren con la sangre de los hijos más nobles deben purificarse ante el altar de la patria con el respeto magnánimo ante el vencido. Una conducta miserable debe dejarse solo para aquellos que convierten la represión en la vía para mantener bajo su yugo a los pueblos, es conducta propia de tiranos el desprecio por la vida humana, no por gusto en nuestro suelo y fuera de él conviven tantos compatriotas huérfanos, desgarrados del amor filial por la ideología comunista promulgada desde enero de 1959. Esa jamás puede ser nuestra política si queremos alejarnos de una vez y por todas de ese sistema repugnante al que impropiamente denominaron como Revolución.
La libertad es un árbol hermoso que debe alimentarse con amor y ternura, no tolera los odios y resentimientos. La libertad debe preservarse incluso de la prevalencia de cualquier religión porque en nombre de los dioses se han esclavizado pueblos, se han exterminado culturas a lo largo de la historia; la libertad es un concepto tan magnífico, de tal magnitud que permite la paternidad de cualquier dios que por su libre albedrío decida cualquier hombre que la disfrute.
Hasta este momento de mi escrito me convierto en confeso de la fe de la paz, ¿pero es posible mantenerse en paz con una Comunidad Económica Europea que lejos de lograr un consenso para sí misma (pregúntadle a Irlanda sobre el acuerdo de Lisboa), se dedica a apoyar la dictadura castrista?. Money is money, again,again,again.... ¿Es posible conciliar la educación con la mala idea?. Siempre se habla de los cubanos, nos llaman disidentes, nos tildan de mafiosos, detalle por supuesto poco deleznable si pienso que para el desembarco en la Italia en la Segunda Guerra Mundial, las tropas aliadas contaron con los padrinos de Sicilia. Nos llaman gusanos sin detenerse en que producen ese tejido delicado cual tacto de mujer al que llamamos seda. Cualquier epíteto es bueno si al final, somos libres. Lo importante es que cada cubano que ha salido de Cuba ha marcado un porcentaje en la estadística de rechazo popular al sistema y eso es lo verdaderamente importante. La Revolución o como quieran llamarle es un fracaso, ¿y como enfrentar el porvenir?. Sencillo, la justicia juzgará a los criminales con el rigor necesario pero con el detalle de la benevolencia y la magnanimidad de la que carecieron ellos y ese sencillo mecanismo marcará la diferencia, les hará decir a ellos mismos: Nos superan en humanidad, nos superan en civismo.
Mientras tanto, a pesar de la Comunidad Económica Europea y la tendencia pacifísta de Obama, yo espero, porque la libertad me corresponde por derecho, porque soy un homo sapiens y además cubano.
Perdón,
R. Muñoz.
La guerra y el odio van unidos al hombre de forma tan estrecha como lo hacen el amor y la pasión. Basta un detonante, el chispazo de la adversidad y el hombre se transforma en un ser oscuro, capaz del más brutal acto de barbarie. A veces siento verguenza de mi condición humana, sólo esos destellos en la oscuridad de nuestros días producidos por algunos hombres de corazón noble, me hacen abrazarme como si de una tabla de salvación se tratara, a que la libertad, el bien, el derecho a disfrutar de la familia unida es posible. Mi patria merece la paz y no la guerra.
El mundo ha vivido y vive guerras dantescas ante sus ojos, sin duda alguna la tierra que pisamos debe sentir un verdadero espanto por la especie a la que ha dado cobijo. El holocausto judío, las masacres de Bosnia Herzegovina, Sudán, por sólo mencionar algunas guerras de exterminio con enormes cifras de civiles masacrados son ejemplos contémporaneos de la parte oscura de esa especie que nos atrevemos a denominar como Humanidad. Sería lícito refugiarse en la ignorancia más profunda, desdeñar cualquier tratado de historia para sentir algo de paz interior y no sonrojarse al conocer que uno es un homo sapiens. Nos preocupamos incluso por preservar para la educación de nuestros hijos el nombre de los guerreros que abonaron la tierra con la sangre de cientos de miles de seres en nombre de conceptos tan irrisorios como orgullo nacional o el salvaguardar los valores religiosos.
La terquedad de algunos que viven verdaderos calvarios en pos de una sociedad mejor con una lucha marcada por la paz, es lo que mantiene viva la llama de la confianza en un futuro mejor para los hombres y en ello creo. Me aferro al grito, a la protesta, a la denuncia ante lo más execrable del alma humana como la represión de nuestro pueblo, pero reservando un espacio de bondad, de convivencia pacífica, de respeto al derecho a la vida como la base elemental de la futura libertad que pretendo para mi país de origen. Solo desterrando de nuestro proceder la venganza, la sed de juzgar vestidos con la toga del odio a los vencidos se logra marcar la diferencia entre nuestra verdad y la sinrazón que prospera sobre nuestra tierra madre. Se vive con gusto la vida cuando las manos destinadas para proporcionar los alimentos a nuestra familia, para acariciar las frentes de nuestros vástagos brillen libres del estigma de la sangre innecesaria; las causas nobles aun cuando sólo se logren con la sangre de los hijos más nobles deben purificarse ante el altar de la patria con el respeto magnánimo ante el vencido. Una conducta miserable debe dejarse solo para aquellos que convierten la represión en la vía para mantener bajo su yugo a los pueblos, es conducta propia de tiranos el desprecio por la vida humana, no por gusto en nuestro suelo y fuera de él conviven tantos compatriotas huérfanos, desgarrados del amor filial por la ideología comunista promulgada desde enero de 1959. Esa jamás puede ser nuestra política si queremos alejarnos de una vez y por todas de ese sistema repugnante al que impropiamente denominaron como Revolución.
La libertad es un árbol hermoso que debe alimentarse con amor y ternura, no tolera los odios y resentimientos. La libertad debe preservarse incluso de la prevalencia de cualquier religión porque en nombre de los dioses se han esclavizado pueblos, se han exterminado culturas a lo largo de la historia; la libertad es un concepto tan magnífico, de tal magnitud que permite la paternidad de cualquier dios que por su libre albedrío decida cualquier hombre que la disfrute.
Hasta este momento de mi escrito me convierto en confeso de la fe de la paz, ¿pero es posible mantenerse en paz con una Comunidad Económica Europea que lejos de lograr un consenso para sí misma (pregúntadle a Irlanda sobre el acuerdo de Lisboa), se dedica a apoyar la dictadura castrista?. Money is money, again,again,again.... ¿Es posible conciliar la educación con la mala idea?. Siempre se habla de los cubanos, nos llaman disidentes, nos tildan de mafiosos, detalle por supuesto poco deleznable si pienso que para el desembarco en la Italia en la Segunda Guerra Mundial, las tropas aliadas contaron con los padrinos de Sicilia. Nos llaman gusanos sin detenerse en que producen ese tejido delicado cual tacto de mujer al que llamamos seda. Cualquier epíteto es bueno si al final, somos libres. Lo importante es que cada cubano que ha salido de Cuba ha marcado un porcentaje en la estadística de rechazo popular al sistema y eso es lo verdaderamente importante. La Revolución o como quieran llamarle es un fracaso, ¿y como enfrentar el porvenir?. Sencillo, la justicia juzgará a los criminales con el rigor necesario pero con el detalle de la benevolencia y la magnanimidad de la que carecieron ellos y ese sencillo mecanismo marcará la diferencia, les hará decir a ellos mismos: Nos superan en humanidad, nos superan en civismo.
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Perdón,
R. Muñoz.
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